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#Cine Batman: La broma asesina

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#Cine Batman: La broma asesina

Luego del estreno en cines de la cinta animada que adapta la emblemática historia ochentosa de Alan Moore y Brian Bolland, las impresiones de Mariano Sicart.

‘Ah, ¿te gusta Batman? Tenés que leer The Dark Knight Returns, Year One, y The Killing Joke’, me dijeron allá lejos y hace tiempo, sobre fines de los ochenta, cuando me iniciaba en la lectura de comics de superhéroes. Con el tiempo, fui adquiriendo a través de diferentes ediciones en español esas sagas -y otras-, que me volvieron un fanático más del detective de Gotham. Unos años después, luego de la segunda -y mejor- película de Tim Burton, llegaría la serie animada del hombre murciélago, que capturó impecablemente la esencia del personaje. Algo así como tocar el cielo con las manos para sus muchos seguidores en todo el mundo.

Lo que difícilmente uno hubiese podido imaginar entonces, era que aquellos tres memorables relatos impresos iban a ser adaptados al medio animado bajo la forma de largometrajes, involucrando a muchos de los responsables de aquel noventoso serial televisivo. Pero pasó. Primero llegó la gloriosa Year One, en 2011, después vendrían los dos logrados actos de The Dark Knight Returns, hacia 2012. Y ahora llegó The Killing Joke, estrenada en cines en nuestro país anoche, en una única función, antes de ingresar al circuito de venta hogareña, en un par de semanas.

La obra de 1988 gestada por Alan Moore y Brian Bolland, planteaba un interesante enfoque en la relación entre el cruzado enmascarado y su némesis, esto es, la idea de que ambos personajes conviven con un determinado grado de locura, solo que uno se niega a aceptar ese hecho, y el otro no, por haber perdido ya todo grado de cordura en su vida. En apenas 48 páginas ese conflicto es brillantemente presentado y resuelto, a un alto costo, el disparo que dejaría inválida a Bárbara Gordon, ex Batgirl, puesto que el Joker, de quién se nos muestra un posible origen en sendos flashbacks, pretendía demostrar a Batman que solo hace falta un mal día para volverse loco, manipulando a James Gordon para ello.

Bajo la premisa de que la extensión del material a adaptar no daba para un film, el guionista Brian Azzarello y el director Sam Liu agregaron una cuestionable primer media hora dedicada a presentar a Batgirl al público, que la tiene como protagonista casi absoluta, al punto de que es la joven quien presenta el relato, desvirtuando el argumento inicial bajo la intención de generar empatía hacia ella. Ir por ese camino para lograr el cometido era riesgoso, sin dudas. Pero ahí estaba la miniserie Batgirl Year One, 2003, de Scott Beatty-Chuck Dixon y Marcos Martin-Alvaro López, si lo que se quería era indagar en las motivaciones de la hija del comisionado de policía. Optaron por otra dirección, que a más de un fan va a molestar, es un hecho, pero de la cual hay indicios en el run animado, concretamente, la serie Batman Beyond.

Ahora bien, las consecuencias de ese suceso en particular entre mentor y discípula, que humaniza enormemente a Batman, no se exploran tras el momento en que Bárbara  abandona el manto. Vale decir, de allí en más la película sigue linealmente la trama del comic, sin mayores sobresaltos o agregados. Esa es la principal falla que le encontré como espectador, lo que convierte a esos primeros treinta minutos en una mera provocación. Nada más. En ese mismo tiempo, la serie animada presentó a Harley Quinn, sin ir más lejos. Y fue tan grande ese aporte, que el personaje se integró a la continuidad del comic. Con esto quiero dejar en claro que la excusa del tiempo que insume adaptar tal o cual título según su cantidad de páginas, es válida a medias.

El tema de fondo es cómo se encara la traslación de un lenguaje a otro; qué llevamos, qué obviamos, qué agregamos. No me hubiese molestado que la historia durase menos si se adaptaba fielmente el unitario. Pero lo que se hizo, no solo corre el eje del relato, sino que desvirtúa a sus verdaderos protagonistas. El eterno e irresuelto problema de la fidelidad en las adaptaciones, capítulo enésimo.

La experiencia de disfrutar de un film de estas características en una sala cinematográfica es impagable. Emoción pura. Ojalá ocurriese con mayor frecuencia. El diseño de personajes conserva ciertos parámetros característicos de las series animadas, salvo para Batman, que aparece en ‘versión Bolland’. Y lo mejor para el final, el casting vocal. Mark Hammill, como el Joker y Kevin Conroy como Batman vuelven a romperla, aunque sea otra ‘histórica’, Tara Strong, la que se lleve los laureles por su lograda interpretación de Bárbara Gordon-Batgirl, en los diversos estados de ánimo que atraviesa. El guiño ‘fan service’ de la escena post-créditos, si bien simpático, reafirma el error argumental que señalo párrafos arriba con respecto a sobre quiénes debía recaer el protagonismo de la historia, y quién era un personaje secundario en la misma. Con todo, una buena película, algo fallida como adaptación. Pero el último capítulo de una trilogía animada indispensable para cualquier fan del encapotado. Ver para creer.

 

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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