Cómics
Réquiem para el Homo Superior
Uncanny X-Men 600, más los dos primeros números de X-Men (1963), de Stan Lee y Jack Kirby, en la reciente edición especial de Ovni Press, bajo la lupa de Mariano Sicart.
Uncanny X-Men 600, verdadero final de la etapa de Brian Michael Bendis al frente de la franquicia mutante, más los dos primeros números de X-Men (1963), de Stan Lee y Jack Kirby, en la reciente edición especial de Ovni Press, bajo la lupa de Mariano Sicart.
¡A darle átomos!
Hacia fines de 2012, Brian Michael Bendis se convertía en el principal arquitecto de los hombres-X, al escribir la “All New X-Men”, secundado por el notable Stuart Immomen en la faz gráfica, cuya principal novedad era traer de regreso a los jóvenes miembros del equipo original, Cyclops, Jean Grey, Iceman, Beast y Angel a nuestro tiempo, en una movida ideada por Henry McCoy, quién no veía con buenos ojos la ‘revolución mutante’ que estaban impulsando Scott Summers y los suyos. A los pocos meses del nuevo título en las bateas, el guionista también tomó las riendas del relanzamiento de “Uncanny X-Men”, en lo que sería su tercera serie, con el talentoso Chris Bachalo en los dibujos, centrándose en el grupo de mutantes liderados por el asesino de Charles Xavier, que no es otro que el bueno de Scottie, su primer alumno.
El autor no tardó en establecer un tácito e interesante status quo entre ambas cabeceras, presentando dos facciones que reunían en sus filas a personajes veteranos y otros más bien novatos, con severas diferencias de criterio al respecto de cómo proceder sin la guía de su mentor en un mundo que los odia y les teme, en el que cada vez son menos. Obviamente, conforme se desarrollaban las tramas, los elencos fueron rotando entre los integrantes de la ‘Escuela de Enseñanza Avanzada Jean Grey’ y la ‘Nueva Escuela Xavier’, ya sea por el reclutamiento de nuevos estudiantes, o por pases de bandos de algunos profesores. En este aspecto, nunca me terminaron de convencer los motivos por los que Kitty Pride se cruzó de vereda.
Los retos a los que debieron enfrentar los protagonistas de ambas colecciones fueron variados; una merma de sus propios poderes por el desencadenamiento de la Fuerza Fénix en los inicios, la omnipresente amenaza de S.H.I.E.L.D. -con la ambigua presencia de su comandante, Maria Hill, a la cabeza-, un grupo de X-Men llegados de un posible y desalentador futuro, el peligro de un poderoso mutante que podría alterar irremediablemente el mundo conocido con sus poderes -en un logrado plot con cierto flashback al pasado donde el profesor jugó un importante papel-, el siempre misterioso mundo de la hechicería, con Illyana Rasputín como principal recurso, traslaciones espacio-temporales varias, incorporando a los -hoy taquilleros- Guardianes de la Galaxia y lo que quedó del Universo Ultimate, el testamento de Xavier, además de los recurrentes juegos de poder asociados a la figura de Mystique, en este nuevo escenario.
Así fue que Bendis construyó su camino de tres años por la franquicia, a veces con sonoros aciertos y otras donde la puntería fallaba notablemente, llegando a totalizar 41 números de All-New, y 36 de Uncanny, con sendos aportes de los dos ilustradores titulares, cada uno con su estilo, no muy cercanos en lo que respecta a la línea, cabe destacar, pero ambos de gran impacto, por méritos propios. El principal problema estuvo dado por el mismísimo punto mismo de partida de esta cuestionada etapa, el arribo a nuestro tiempo de los cinco primeros X-Men y la incómoda sensación de que nunca estuvo predeterminado qué hacer con ellos una vez que fueran enfrentados a sus contrapartidas actuales y se decepcionaran al ver el estado actual de la lucha que, allá lejos y hace tiempo, habían comenzado, impulsados por ideales diferentes.
E de extinción
Se me ocurren dos teorías conceptuales para intentar una explicación al derrotero argumental elegido por el guionista para los superhéroes portadores del gen X, en estos casi noventa números editados.
La primera tiene que ver con el modo de escritura con el que suele desenvolverse profesionalmente Bendis, nos referimos al ‘decompressive storytelling’, que privilegia el aspecto gráfico por sobre el desarrollo de la trama principal, redundando en un avance lento, pausado, de ésta, y privilegiando el desarrollo de las escenas de acción, diálogos de los personajes protagónicos sobre temas triviales -aspecto que maneja casi a la perfección-, o subtramas no del todo interesantes que en ocasiones, tampoco llegan a cerrarse. Vale decir, el guión avanza a cuentagotas, haciendo el trámite de lectura llevadero, sí, pero descomprimiéndolo en sus puntos de interés a tal nivel que puede llegar a volverse tedioso.
La segunda tiene relación directa con la disputa de intereses que de un tiempo a esta parte se ha instalado en la industria del entretenimiento norteamericano a propósito de los derechos fílmicos sobre la franquicia mutante entre Marvel -propiedad de Disney– y la 20th Century Fox. Con la intención de perjudicar al estudio cinematográfico, la casa de las ideas llevó adelante, entre otras movidas, la muerte de Wolverine, y la revelación de que Scarlet Witch y Quicksilver no eran hijos de Magneto -sin comentarios-. Tras las nuevas Secret Wars, el rincón del universo de la que antes ocupaban los muties, es ahora, enroque argumental mediante, de los Inhumans. Se les buscó una salida algo más decorosa que la cancelación, que sí se llevó a cabo con “Fantastic Four”, por los mismos motivos; restringiendo las apariciones mutantes a menos títulos y cercenando la interacción de ellos con el resto del entorno superheroico.
En síntesis, nunca sabremos si la salida por la puerta trasera de las series que el guionista comandó tuvo que ver con una decisión editorial, o realmente el final que tenía en mente para los múltiples frentes narrativos que fue abriendo durante su estadía era el que acabó viendo la luz en el número 600 de Uncanny, retomando la numeración original para convertir el cierre de su etapa en un evento conmemorativo.
¿Ultimo acto?
De atrás para adelante, breve mención a los primeros números de X-Men, gestados por los próceres Stan Lee y Jack Kirby, que tienen un valor simbólico importante para los coleccionistas, pese a las sonadas críticas en las redes sociales a Ovni Press porque su inclusión en el tomo encarecía innecesariamente la edición. Nunca se puede dejar a todo el público conforme, es sabido.
Con un verdadero ‘dream team’ de dibujantes invitados: Sara Pichelli, Kris Anka, David Márquez, Frazer Irving y Mahmud Asrar, acompañando a Bachalo e Immonen, y bocha de portadas alternativas, arranca el juicio a Beast, donde Storm y el resto del elenco regular de profesores y alumnos de cada escuela, lo interpelan a propósito de las acciones llevadas a cabo desde que trajo a sus jóvenes contrapartidas a esta línea temporal con la intención de que Scott reviera su decisión de declarar la guerra a la humanidad. Paralelamente, se muestran los cierres de algunas subtramas de ciertos protagonistas que no se habían visto todavía, con un emotivo momento entre Magik, Colossus y Shadowcat, además del cierre en el triángulo amoroso entre los adolescentes Jean Grey, Scott Summers y Henry McCoy, con sorpresa incluida.
Párrafo aparte para el destino final de Bobby Drake, con su ‘salida del clóset’ a propósito de una condición homosexual reprimida. O sea, al comienzo de la colección el personaje salía con Kitty Pride, y ahora resulta que era gay, por no mencionar décadas previas de evolución del personaje donde dio sobradas muestras de que le gustaban las chicas. ¿Tiene algún sentido este giro narrativo más allá de llamar la atención? No se entendió en absoluto. Algo parecido pasa con la declaración de principios final del Cyclops adulto, convocando a todos los mutantes del mundo en Washington, frente al Capitolio, con un discurso conciliador hacia los homosapiens. La indignación del peludo azul ante este hecho, en lugar de tomarlo como una victoria, hace presagiar un destino oscuro de ahora en más para el personaje, que la charla con Eva Bell, la joven mutante viajera del tiempo, y su decisión posterior, no hacen más que reforzar.
Final abierto, entonces, sin que nunca se nos explique a los pacientes lectores cómo la madre de todas las paradojas temporales, el hecho de que los X-Men originales fuesen extraídos de su época y trasladados a la nuestra, llegando incluso a interactuar despreocupadamente con sus versiones actuales, no haya traído mayores consecuencias sobre el presente. Raro, ¿no?
