Cómics
Explorando Red Lanterns 2
Alvaro de la Iglesia analiza la nueva entrega de la obra de Peter Milligan y Miguel Sepúlveda
Casi dos años tuvimos que esperar para leer (o mejor dicho, para tener en las manos, puesto que ahora todo está por demás de difundido en la red) este libro 2 de Red Lanterns, cortesía de Peter Milligan y Miguel Sepúlveda. Algo es sabido: vivimos en Argentina. Con esta frase no exenta de ironía busco justificar toda una serie de obstáculos con los que tropieza el lector que vive, en buena parte, de cultura importada. A los enormes retrasos de la editorial española ECC y al proceso inflacionario se sumaron los cierres de importaciones (medida y política del gobierno nacional) que alcanzaron a ésta más que a otras editoriales, puesto que de Panini siguió entrando material durante el 2014. Intermitente, es cierto, pero entrando al fin.
Este libro 2 era y es importante porque compila los números 8-12 USA, por lo cual cierra el primer año de Milligan al frente de la colección, que posteriormente se estiró casi un año mas, hasta el desembarco de Charles Soulé allá por el 21 USA, dándole nuevos bríos al título. Reconozcámoslo: la etapa de Milligan fue duramente criticada por buena parte de los lectores españoles, que aún esperan del inglés obras ambiciosas como en su momento fueron Shade, Enigma o X-Statix, por mencionar unas pocas. En títulos comerciales, o maistreem para definirlo más certeramente, es un guionista no muy bien visto.
Así y todo, y esto lo digo sin ponerme colorado y “bancando los trapos a punta de faca”, sus Red Lanterns saben a gloria. De los títulos de Los Nuevos 52 que he tenido oportunidad de leer, éste es uno de los mejores sin lugar a dudas, muy por encima de otros sobrevalorados como, por ejemplo, el Aquaman de Geoff Johns.
Pero ¿donde está el secreto de Red Lanterns? ¿Qué es lo que lo hace funcionar? Tratemos de llevar un poco de luz a esta pregunta.
Cuando reseñábamos el libro 1 (abril del 2013, para los que quieran ir al archivo) decíamos que Milligan tenía un personaje tremendo en sus manos, Atrocitus, y que si bien la historia no era muy ambiciosa sino más bien simple, tenía un ritmo y una fuerza visual que no te dejaban indiferente. Concretamente el líder era un tirano y los súbditos se empezaban a rebelar, liderados por una misteriosa Bleez, aquello con un planeta muerto como desolado telón de fondo.
Repleto de personajes alienígenas -bien llevados por Ed Benes, el artista de aquel momento- y algún que otro terrestre (Guy Gardner y Jack Moore, el primer red lantern de la Tierra), digamos que los primeros siete números USA presentaban una galería de personajes muy atractiva, un conflicto que prometía sangre y unas motivaciones personales siempre violentas y vengativas, lo que obligatoriamente nos llevaba a la siguiente pregunta: ¿los linternas rojas son héroes o villanos? Y justo cuando la pregunta comenzaba a hacerse retórica, en las páginas finales del tomo hacía una dramática aparición Abysmus, un red lantern primigenio muerto por Atrocitus al ver que no era capaz de sobrellevar su rabia con la frente alta. Pues bien, Abysmus volvía para vengarse, sí, justo aquel que en su momento no fue digno de pertenecer al cuerpo por su incapacidad de hacerlo.
Más que interesante situación, que tuvo en vilo a más de uno y silenciada luego por casi dos años de aislamiento editorial.
Red Lanterns 2 (Alerta Spoilers)
Una de las sorpresas que trae este libro es la incorporación de Miguel Sepúlveda como dibujante regular, luego de dos números con Andrés Guinaldo y Tomás Giorello como dibujantes interinos. Como dijimos infinidad de veces, este es un hecho no menor para criticarle a Didio, Lee y compañía: fueron escasísimas las series que bancaron equipos creativos firmes. Por fortuna, este aspecto negativo en RL se ve atenuado por una buena elección de los dibujantes, que hace que el cambio no sea tan agresivo a los ojos y no desvirtúe la estética de la colección.
Lo que hace Sepúlveda está muy bien, desde la caracterización de los personajes (su Atrocitus es más cadavérico que el de Benes) hasta las escenas de peleas –que las hay, y muchas, y espectaculares todas- y las portadas. Casi pareciera que todos los dibujantes de la colección se sintieron cómodos en ella, cualidad que venimos resaltando desde siempre en RL: su impronta primordialmente visual.
Y el trabajo de Peter Milligan en este tomo es efectista, simple y poético, al menos para mi gusto. RL te puede llegar como un título más o como un drama heroico-mitológico con inconfundible tufo a ciencia ficción. Está claro que me quedo con lo segundo. Abysmus envenena la batería de poder con su propia costilla pútrida, y los red lanterns empiezan a caer intoxicados, asistiendo agonizantes también a la muerte del planeta Ysmault, desde siempre sostenido por esa enigmática batería desde donde sólo bulle la rabia.
Este drama que Milligan cuenta con soltura y épica, endiosado por unos diálogos igual de buenos a los de Azzarello en Wonder Woman, nos asiste a una nueva unión de los red lanterns para sobrevivir. Latentes quedan las conspiraciones dentro del cuerpo, ahora es momento de buscar al culpable y salvar al ejército rojo. Se suceden los desesperados éxodos espaciales y las muertes violentas. En ese angustioso deambular por el espacio, párrafo aparte merece el cruce con Stormwatch. Y queda claro que es Atrocitus quien saca chapa de líder con todas las letras (a diferencia de la golpista Bleez), buscando y cazando al indigno: si fue su costilla la que envenenó la batería, será su corazón quién la recargue. Así, la venganza queda glorificada una vez más.
Por lo demás, RL es fácil de leer, con altas dosis de entretenimiento liso y llano, pero con un guión con suficientes matices como para dejarte pensando. Sus diálogos, repetimos, son estupendos, y por momentos pareciera que los personajes son protagonistas de una obra de teatro trágica y heroica. Ideal para leer con buena música de fondo y pasar momentos memorables.
Después de esto sólo me queda preguntar, ¿faltará mucho para que llegue el número 3?
