Sé lo que hicieron el verano pasado (y la verdad, me importa bastante poco)

El slasher, esa subrama del terror en la que un psicópata (con o sin poderes sobrenaturales) persigue y asesina uno tras otro a los protagonistas, habitualmente adolescentes, tuvo su cuarto de hora allá por los ochenta/noventa. Producciones como Halloween (Halloween, 1978), de John Carpenter; Viernes 13 (Friday the 13th, 1980) de Sean S. Cunningham; Pesadilla en lo profundo de la noche (A Nightmare on Elm Street, 1984) de Wes Craven o Chucky: el muñeco diabólico (Child’s Play, 1988) de Tom Holland abrieron camino y se convirtieron en lucrativas franquicias, con múltiples continuaciones a las que se les unieron películas de la llamada «Nueva Generación» como Scream (Scream, 1996), también de Wes Craven y Sé lo que hicieron el verano pasado (I Know What You Did Last Summer, 1997) de Jim Gillespie.

Tras perderse en una maraña de secuelas, precuelas e incluso cross overs, que aún hoy continúan produciéndose ad nauseam, el género alcanzó su Destino Final (ejem, ejem) al dar el salto a la pantalla chica. Uno de los impulsores de este tipo de series fue el productor Ryan Murphy, que ya tenía en pantalla la antológica American Horror Story (2011 – ) y en 2015 nos entregó Scream Queens (2015 – 2016). Y ese mismo año, una de las películas pioneras del género también estrenó su propia serie: Scream (2015 – 2019), que habría de durar tres temporadas.

Este año tenemos dos nuevos productos que abrevan en las mismas aguas. Por un lado, Chucky, la serie; secuela directa de la séptima entrega de la saga, Cult of Chucky (2017) disponible en el formato de un capítulo por semana a través de Star+; y la que hoy nos ocupa, Sé lo que hicieron el verano pasado: la serie, cuyos ocho episodios se emitieron semanalmente en la plataforma Amazon Prime entre el 15 de octubre y el 12 de noviembre.

SISTERS IN ARMS

La película Sé lo que hicieron el verano pasado es una adaptación libre de la novela de 1973 del mismo nombre, escrita por Lois Duncan e incorpora elementos de la leyenda urbana conocida como El hombre del gancho. Es la historia de cuatro amigos que en la noche de su graduación atropellan a un hombre y deciden encubrir el accidente arrojándolo al mar, pero un año más tarde son acosados por un asesino con un garfio que les hace pagar sangrientamente su crimen. Tuvo una secuela llamada Todavía sé lo que hicieron el verano pasado (I Still Know What You Did Last Summer, 1998) que recibió malas críticas pero fue un éxito de taquilla.

La serie conserva lo básico, pero da una vuelta de tuerca a la historia. Comienza también en una fiesta de graduación, que sirve de presentación para los jóvenes protagonistas. Para empezar, tenemos a Allison y Lennon (Madison Iseman en ambos papeles), hermanas gemelas pero con personalidades muy distintas. Allison es retraída y poco sociable, al punto de que apenas si tiene un amigo, Johnny (Sebastian Amoruso) y está enamorada de Dylan (Ezekiel Goodman). Lennon es desenfrenada, la líder de su grupo social y no tiene demasiados reparos en cuestiones como el sexo o el consumo de sustancias ilegales. Un prototipo de party girl. Completan el equipo Riley (Ashley Moore), una chica que pese a ser afroamericana es el epítome del White Trash y se gana la vida vendiendo drogas y Margot (Brianne Tju), la típica youtuber de clase alta cuya vida es un espectáculo de 24 horas para las redes sociales.

Durante la fiesta pasa todo lo que siempre pasa en cualquier slayer: los protagonistas beben, se drogan y tienen sexo, porque una premisa básica de esta clase de ficciones es que esas cosas se pagan caro y porque en la realidad, las fiestas son básicamente para eso. Tras una discusión entre las hermanas, cuyos detalles se nos irán revelando a lo largo de los episodios, Johnny, Dylan, Margot y Riley se suben al vehículo que conduce Lennon y se van. Por el camino, atropellan lo que creen es una cabra… pero resulta ser Allison. Al igual que en la película, los chicos deciden que ya que no pueden salvarla, al menos pueden salvarse ellos mismos y con eso en mente, optan por abandonar el cadáver en una cueva en la playa, que fuera escenario del suicidio colectivo de los miembros de una secta, incluida la madre de las chicas. Con el apoyo de su padre, Bruce (Bill Heck), Lennon intentará hacer ver que su hermana se fugó y así todos podrán continuar con sus vidas. Pero un año más tarde, cuando vuelve de la universidad para pasar las vacaciones en casa, la chica encuentra en su armario el cadáver de una cabra rubricado con la fatídica frase que da título a la historia y a partir de allí, los cuerpos de algunos de los implicados (y de quienes no lo estuvieron pero tengan la desgracia de cruzarse en el camino del anónimo vengador) se irán apilando capítulo a capítulo. La historia también incluye una subtrama relacionada con la madre de Allison y Lennon, la secta a la que esta pertenecía y los secretos del pueblo.

EL FIN QUE NO JUSTIFICÓ LOS MEDIOS

La serie tiene buen ritmo y consigue atrapar al espectador, manteniendo siempre en la oscuridad la identidad de quien está tras los horribles crímenes, hasta el momento mismo de la resolución final… y es ahí donde pifia completamente. Ya hemos visto lo mismo antes: preocupados por desconcertar al público, los guionistas terminan creando una historia en la que nadie tiene idea de quién está detrás de todo, ni siquiera ellos mismos. Por lo que acaban sacándose de la galera un final al mejor estilo «Y fueron rescatados por… Digamos… Moe». Es tan marcada la poca credibilidad del supuesto culpable, que se vieron obligados a incluir como escena post créditos una suerte de confesión detallada en la que se explica cómo y porqué cometió cada crimen y quienes y de qué manera lo asistieron. Una verdadera pena, porque sin ser una maravilla, hasta ese momento la serie era como mínimo entretenida. Sin embargo, este derrape final la arruina completamente y convierte un «recomendable para amantes del género» en un «no la miren, por favor».

No hay ni siquiera rumores de una continuación, pero aunque el arco principal se cierra, la trama deja un par de puertas abiertas que podrían dar pie a una segunda temporada si es que tienen el descaro de llevarla a cabo.

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