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El Juego del Calamar: Al final por el abuso, se decide la jornada
¿La nueva Casa de Papel o algo más? El Doc no se podía quedar afuera del juego mas visto de las plataformas de streaming.
Estoy escribiendo esta nota casi por obligación. Y es que, si no lo hago, seguramente acabaríamos por ser el único medio «especializado» en no publicar algo sobre esta serie. El juego del calamar es si duda un fenómeno masivo, se trata de la mayor serie de Netflix producida en un idioma distinto al inglés y va camino a convertirse en la mas vista en la historia de la plataforma. Alcanzó el primer puesto en 90 países a tan solo diez días de haber sido estrenada. Según la prestigiosa publicación Deadline, esta serie es la favorita de las audiencias desde Qatar y Omán hasta Ecuador y Bolivia… y por supuesto, también en nuestro país.
Como si esto no fuera suficiente, se ha visto envuelta en al menos dos controversias. Una del servidor surcoreano de internet, SK Broadband contra Netflix para que la plataforma pague el aumento de los costos de la red debido al enorme uso de ancho de banda que la serie ha causado. Algo que puede parecernos extraño, pero está perfectamente encuadrado en las leyes del país. La otra, de índole mas particular, se debe a que el número que figura en la tarjeta recibida por los candidatos a participar del juego, por pura casualidad pertenecen a una mujer de apellido Kim que actualmente está sufriendo una pesadilla ya que recibe más de 4000 llamadas diarias.
¿DE QUE SE TRATA?
En esta serie, que es la primera producción original coreana de Netflix, 456 personas desesperadamente necesitadas de dinero son invitadas a participar en un juego de supervivencia, con un premio de 45.600 millones de wones (alrededor de 39 millones de dólares). Todo lo que deben hacer para alzarse con el dinero es superar seis pruebas basadas en juegos infantiles tradicionales coreanos. ¿Y qué pasa con los perdedores? Que son eliminados. Literalmente.
La serie tiene un reparto coral. El principal protagonista es Seong Gi-hun (Jung-jae Lee), un ludópata que está a punto de perder a su hija (su exesposa se la llevará a vivir a los Estados Unidos) y tiene deudas tanto legales como ilegales. Jang Deok-Su (Heo Sung Tae) es un matón que le debe a la mafia y tiene cuentas pendientes con otra de las jugadoras, Kang Sae-Byeok (Hoyeon Jung), una desertora de Corea del Norte. Mi-Ok (Halley Kim) es una oportunista, superviviente nata capaz de hacer lo que sea necesario para asegurarse la victoria. Cho Sang-Woo (Park Hae Soo) es un amigo de la infancia de Gi-hun, que ha logrado salir de los barrios pobres y convertirse en un exitoso empresario, pero cayó en desgracia por malversar fondos y se ve obligado a participar del juego. Oh Il-Nam (Oh Young Soo) es un anciano a punto de morir por un tumor cerebral y el primero de los jugadores en haber sido reclutado (el último es Gi-hun).
La trama principal sigue el desarrollo del juego, pero también hay dos tramas secundarias. La primera, no demasiado sustancial, es sobre un negocio paralelo montado por algunos de los guardias para… aprovechar los cadáveres de los perdedores. La segunda involucra al detective Hwang Joon-Ho (Wi Ha Joon) que en busca de su hermano desaparecido termina infiltrándose en la organización del evento.
JUICIO (Y CASTIGO)
Es fácil entender por qué la serie ha alcanzado la fama que alcanzó. La trama es simple pero atrapante y los personajes no tienen una gran profundidad, pero sí la suficiente como para generar empatía en el público. La mayoría son pobres personas, tan desesperadas como para apostar literalmente su vida en forma voluntaria contra la posibilidad de ganar una inmensa suma de dinero, lo que facilita a muchos el identificarse con ellos. La trama tiene un par de giros que quizás hayan sido auténticas sorpresas para quienes no tengan demasiada experiencia, aunque son bastante evidentes para un público con más series a cuestas. De las tramas secundarias, la primera es poco más que una mera distracción, una manera de acumular minutos. La historia del detective, aunque más sustanciosa, es también la que aporta el mayor número de agujeros de guion, restándole a la serie la poca credibilidad que podría haber obtenido. No alcanza las cotas de producciones como La casa de papel, cuyo guion entero de principio a fin es un enorme sapo que tragar, pero tampoco está demasiado lejos.
Y aun así, la serie no carece de cierta complejidad moral. Los jugadores se enfrentan a decisiones extremas que no siempre pueden resolver en términos de blanco y negro. Hay una ligera crítica social, con cierto aire (salvando las distancias) a Parasites (2019), en este caso representado por pobres matándose para diversión de los ricos, cual moderno circo romano. Circo que sus organizadores disfrazan de trato justo. Como dice uno de ellos: «Todos los participantes son iguales. Les estamos dando a ustedes, personas que han sufrido un trato injusto y discriminación en el mundo exterior, una última oportunidad de ganar una competencia justa», poco mas o menos lo que en ese mismo mundo exterior dicen los adalides del capitalismo.
Hay mucha violencia, pero no se alcanzan niveles que puedan considerarse gore, aunque si la suficiente como recordarnos a todos lo que está en juego. Y no toda se da durante los juegos, gran parte proviene de la pura naturaleza humana.
¿HABRÁ PRÓXIMA?
Compuesta por nueve episodios de alrededor de una hora de duración en promedio (con excepción del penúltimo, que apenas tiene treinta minutos) la serie es muy fácil de ver y aún más fácil de maratonear. Es lo suficientemente atrapante como para devorarla en un par de días, por mas que no sean un fanático miraseries como yo y pese a que tiene muchas falencias, sin duda la recomiendo. El final cierra el arco principal, pero deja abierta la puerta para una completamente innecesaria continuación. No hay confirmación aún y su creador ha dicho que «fue agotador» desarrollarla, por lo que en caso de hacerlo iba a requerir ayuda, pero resulta muy poco posible que Netflix deje escapar a esta nueva gallina de los huevos de oro.
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