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Cobra Kai, temporada dos: Pasado y presente de una saga que volvió para quedarse

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Cobra Kai, temporada dos: Pasado y presente de una saga que volvió para quedarse

Mariano Sicart se pone el Karategi y trata de que no se le piante un lagrimón mientras te cuenta por qué está bueno mirar la segunda temporada de Cobra Kai.

Si rondás los cuarenta, como quien esto escribe, coincidirás conmigo en que hay ciertos productos de la cultura de masas de la década del ochenta que en nuestra consideración personal son mucho más que eso, puesto que forman parte de la propia vida. Allí se inscriben, entre otras tantas películas, la trilogía de Karate Kid, films de la productora ColumbiaSony Pictures que contaron con la dirección de John G. Avildsen y los protagónicos de Noriyuki Pat Morita y Ralph Macchio, como los inolvidables Keisuke Miyagi y Daniel Larusso. El primero, exsoldado veterano japonés-estadounidense que participó de la Segunda Guerra Mundial, el segundo, un adolescente de New Jersey que se muda a California con su madre. Uno sin hijos, mentor, otro sin padre, aprendiz, vinculándose a través de aquel tradicional arte marcial.

La primera parte se estrenó en 1984, su secuela, Karate Kid II, en 1986 y el final, Karate Kid III, en 1989. Estas cintas, con sus puntos altos y flacos, acompañaron el crecimiento de toda una generación. Hubo, posteriormente, un intento de continuar la saga por parte del estudio, sin Macchio ni Avildsen, en 1994, con una joven Hillary Swank en el coprotagónico que no estaba del todo mal, pese a limitarse a repetir la fórmula introduciendo la mínima variante de una chica como personaje central. La franquicia tuvo una remake, también fallida a nivel recaudación, en 2010, The Karate Kid, con Jackie Chan y Jaden Smith, que nunca me molesté en ver.

Casi tres décadas después del final de la trilogía inicial, llegó en forma de serie web Cobra Kai, la inteligente continuación de la historia, emitida a través de YouTubeRed. Producción de Jon Hurwitz, Wayden Schlossberg y Josh Heald, se sitúa temporalmente a treinta y cuatro años del torneo de Karate Sub-18 de All Valley de 1984, retoma las vidas de Daniel Larusso y Johhny Lawrence -un enorme William Zabka-, con ambos ya adultos, enfocándose en las consecuencias que aquel lejano campeonato dejó en cada uno. También, presenta un nuevo grupo de jóvenes estudiantes, entre los que se cuentan los propios hijos de los protagonistas, Samantha Larusso, interpretada por Mary Mouser, y Robby Keene, encarnado por Tanner Buchanan. Para el final, hay dos formas de Karate, la que propone el Dojo Cobra Kai, refundado por el sensei Lawrence y la del Miyagi-Do, reabierto por Larusso.

El gran acierto de la primera temporada, conformada por apenas diez capítulos de media hora de duración, tuvo que ver con el hecho de saber captar la esencia del guión original, trasladando -eficazmente- en el tiempo aquella concepción que aúna al propio equilibrio emocional la filosofía de vida que propone esta disciplina. Acaso en esa saludable postura de poner todo en duda, esto es, no hay buenos ni malos per se, sino dos tipos que crecieron con múltiples carencias filiales y encontraron en el camino diferentes figuras paternas, trasladando esas mismas inseguridades personales a sus relaciones más cercanas, radique el mayor atractivo que ofrece el programa.

¿Qué hay de nuevo en la segunda temporada, entonces? No mucho, verdaderamente. O sí, según como se mire. Los diez nuevos episodios se estrenaron el pasado 24 de Abril. Transcurren durante el verano posterior al torneo, con los adolescentes en pleno receso escolar, por lo que resulta lógico que gran parte del protagonismo se centre en ellos, tanto para abordar las secuelas que dejó el campeonato como para dar cuenta de la evolución en sus diferentes tipos de relación, nuevas amistades, noviazgos, personajes secundarios que ganan desarrollo y hasta otros nuevos de cierto peso que se incorporan a la trama, con bastante buen tino. Después, al conflicto de vieja data existente entre los adultos Johnny y Daniel se agrega otra complicación, al reaparecer el sensei John Kreese, nuevamente interpretado por el veterano Martin Kove, quien se roba con sus participaciones todas y cada una de las escenas que le depara el guión. Su regreso a la franquicia está muy bien pensado, deparando inesperadas consecuencias.

La factura técnica es impecable. Sin ser una producción costosa, la realización técnica cumple y ofrece ciertos detalles que harán las delicias del espectador atento, como la reconstrucción del Dojo Miyagi-Do, apenas esbozado en la anterior tanda de emisiones, que ahora se puede apreciar en todo su esplendor, recuperando el original al milímetro, autos incluidos. Los aportes de varios directores en las diferentes emisiones nivelan para arriba, en general, mientras que la banda sonora recupera grandes clásicos del rock ochentoso.

En teoría, se puede afirmar que Cobra Kai está concebida como un certero golpe a la nostalgia, que en la práctica termina siendo mucho más que otros productos de similar contenido, puesto que apela a nuestra memoria ofreciendo una historia conocida, pero la proyecta sutilmente hacia nuevos rumbos. Algunos pueden resultar predecibles, otros algo más inesperados, pero en su conjunto el resultado hace que valga la pena todo el recorrido. Personajes complejos y queribles en busca de autosuperación, temáticas que nunca pasan de moda, la inclusión de las dos secuelas en la continuidad oficial de la saga, y otro dramático final, son las cartas que ofrece esta segunda temporada, que puede haber perdido algo del factor sorpresa de la primera, pero no por ello deja de resultar interesante. Esperamos ansiosamente la tercera.

#Culturanerd - Periodismo de corte fantástico

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