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Tijuana: traición a la mexicana
Corrupción, represión policial y narcotráfico. En resumen una ficción con demasiado de realidad.
México ostenta el dudoso galardón de ser el segundo país más peligroso para el periodismo. La cuenta de profesionales de la información muertos por denunciar al narcotráfico o al poder político (valga la redundancia) crece exponencialmente y nada hace pensar que las cosas vayan precisamente a mejorar. Las localidades situadas al norte del país azteca son las peores en ese sentido y por eso Netflix ha elegido a Tijuana como la ubicación geográfica de su nueva producción que retrata en forma fidedigna esta espantosa situación.
NO ME ACOSTUMBRO A TIJUANA
La historia de Tijuana es la de quienes forman el Frente Tijuana, un semanario creado por Federica Almeida (Claudette Maille), Antonio Borja (Damián Alcazar) y su cuñado Iván «el pantera» Rosa (Roberto Sosa). Al inicio de la serie, este último lleva ya 20 años muerto, acribillado en un episodio del cual se conoce el autor material, pero no el intelectual, aunque Borja esté convencido de que quien estuvo detrás de todo fue otro viejo conocido de suyo: Gregorio Muller (Rodrigo Abed).
El detonante de la historia es otro asesinato, el de Eugenio Robles (Roberto Mateos), líder sindical y candidato independiente a la gobernación del ficticio distrito de Baja California, que resulta ser demasiado honesto para el gusto y la conveniencia de la mayoría. El crimen de Robles tiene muchos puntos en común con el de Rosa. No solo porque los dos molestaban a las mismas personas, sino porque ambos crímenes son llevados a cabo por evidentes donnadies sin mucho que perder, meras herramientas de algún peso pesado que se oculta en las sombras.
Los periodistas del Frente tratarán de desentrañar la maraña de intereses políticos, sobornos, estafas y narcotráfico que se oculta tras estas y otras muchas muertes, arriesgándose a ser ellos mismos otro cadáver en una zanja. En el camino se cruzan, como no, otros temas de actualidad, como la situación de los migrantes que atraviesan México camino a los Estados Unidos, el narcotráfico adueñándose de las calles, la prostitución infantil o la impunidad policial. Además de esta de por sí interesante trama, la serie sigue las vidas personales del staff del semanario y la forma en que esta se ve afectada por su profesión.
Tijuana está inspirada en la vida y hechos de los periodistas del Semanario Zeta y cuenta entre sus creadores a Isaac Lee, quien hasta hace muy poco fuera vicepresidente de programación de Televisa. Dicen algunos que tras su partida en circunstancias poco claras, el canal azteca retrocedió cincuenta años en calidad de producción. Dicen también que el partido que se presenta como corrupto en la ficción se parece más al PRI que al PAN, pese a que este último ha gobernado por más de 20 años el estado fronterizo en donde transcurre la serie. Esto podría ser una visión sesgada por las experiencias del propio Lee durante su estadía en la cadena.
NO ME ACOSTUMBRO A SER TU VOZ
El material actoral de la serie es algo desparejo. En los roles principales tenemos a Alcazar y Maille haciendo un trabajo impresionante, mientras que Tamara Vallarta, quien interpreta a Gabriela, una joven periodista que acompaña a Robles en su campaña y acaba por incorporarse al semanario, francamente no está a la altura de las circunstancias. Otro papel bastante deslucido es el del hijo de Borja, Andrés (Iván Aragón), un muchacho que encara la tarea de realizar un documental sobre la muerte de su tío, en gran medida para probarle a su padre que puede tomarse algo en serio en la vida. Podría haber tenido otro peso en la historia si se lo hubiese aprovechado bien. En los roles secundarios, destacan Lalo (Rolf Petersen) y Malú (Teté Espinoza). El primero es un periodista que como muchos lidia con sus problemas remojándolos en alcohol y la segunda es una fotógrafa gay tironeada entre dos amores: el periodismo gráfico y la dueña de una galería de arte que no entiende ni respeta su profesión. Con respecto al antagonista principal, Abed está muy cómodo en su papel y la forma en que se van develando su historia, su personalidad y principalmente su relación con Andy permiten que el actor realmente se luzca.
Puede que sea un detalle muy secundario, pero hay que mencionar el tema original, No me acostumbro a Tijuana, compuesto por Celtia Montes e interpretado por Silvana Estrada. Hermosa canción cuyos primeros versos son los subtítulos de esta nota y que por sí misma ha evitado que oprimiera el botón de «Omitir Intro» en todos y cada uno de los once episodios que componen esta primera temporada.
NO ME ACOSTUMBRO A LAS NOCHES QUE ESPERÉ POR TU CANCIÓN
Cada capítulo dura alrededor de 40 minutos y aunque la duración total de la serie no es mucha, le sobra un poco de metraje. Las secuencias dedicadas a la convivencia de Gabriela con su tía o todo el tema de la vida amorosa de «one shot» Andy son un relleno que no aporta nada a la trama ni a la construcción de personajes.
El final es abierto, con un gancho (a la mandíbula del lector) que pide a gritos la segunda temporada. Esperemos que la tenga.
