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Encerrados: una buena idea, con bastante por mejorar
Netflix nos ofrece una serie argentina compuesta por unitarios muy breves con una temática común: el encierro. Interesante premisa, con dispar resultado.
El 19 de junio de este año, Netflix estrenó una nueva producción de factura nacional. Se trata de una serie de 13 unitarios de alrededor de 25 minutos cada uno con el encierro físico o mental como factor común. Ha sido producido, guionado y dirigido por Benjamín Ávila (Infancia Clandestina, 2012), y cuenta con un elenco rotativo compuesto por Martín Piroyansky, Martín Slipak, Luis Machín, Fabián Vena, Ana Celentano, Marcelo Subiotto, Guillermo Arengo, Víctor Laplace, Fabio Alberti, Gastón Cochiarale, Pilar Gamboa, Silvia Pérez, Alberto Ajaka, Esteban Meloni, María Canale, Felipe Colombo, Laura López Moyano, María Merlino, Juan Grandinetti, Jorge Román y Maruja Bustamante. Cristina Banegas oficia de narradora, prestando su voz en off al comienzo y final de cada capítulo, en un recurso que el creador de la serie reconoce inspirado en The Twilligth Zone (1959 – 1964); incluso en la frase con la que suele cerrar los episodios «todo puede pasar en el mundo de los encerrados».
La idea recuerda un poco a Tiempo Final (2000 – 2002), pero donde el ciclo de los hermanos Borenstein recurría a figuras reconocidas, Encerrados cuenta con un elenco que, salvo honrosas excepciones, no destaca por su talento. La puesta en escena es minimalista, con la acción transcurriendo generalmente en espacios cerrados y con no más de 3 o 4 personajes.
Esta producción de Habitación 1520 (propiedad de Ávila, Maximiliano Dubois y Lorena Muñoz) que ganó el concurso del INCAA para Series de Ficción y se realizó en 2015, permaneció cajoneada hasta que la plataforma de streaming la rescató.
A continuación, les dejo una breve reseña de cada episodio:
Bajas
Un joven que trabaja en atención al cliente para una empresa prestadora de servicios de cable e internet recibe el llamado de un cliente particularmente furioso porque no le dan la baja. Uno podría pensar que en una historia que se desarrolla en menos de media hora no hay lugar para inconsistencias, pero los autores arrancan la trama esperando que creamos que una empresa puede tener un cliente sobre el cual no sabe el nombre, el DNI, ni ningún otro dato más que el apellido. Empezamos mal.
Laundry
Tres mujeres de distintas clases sociales quedan encerradas en el cuarto de lavado de un edificio de Puerto Madero. Una es una empleada doméstica, la otra una señora bien venida a menos y la última, una joven de clase media; tres estereotipos bien marcados. Pude ser interpretada como una historia de sororidad, muy al tono de cierto feminismo moderno: las diferencias sociales son un invento de los machirulos de izquierda y si las mujeres abrazan su hermandad encontrarán aquello que las une… en este caso, el deseo. O quizá el mensaje sea que no hay nada que no se solucione con un buen porrito.
Sesión extraordinaria
Una reunión de consorcio en la cochera del edificio comienza a complicarse cuando se propone el reemplazo del actual administrador. Un episodio que, con un toque de humor negro, nos invita a reflexionar sobre aquello de que el infierno está en la mirada de los otros, a la vez que parece afirmar que toda diferencia desaparece al comienzo y al final de nuestras vidas. Se trata de uno de los pocos capítulos en los que hay más de 6 personas en escena y quizás por eso se notan tanto las falencias actorales.
Rutina
Este es el primer episodio que no transcurre en tiempo real, sino que elije contar una semana en la vida de una pareja que atraviesa una crisis económica… o quizás sea una crisis, a secas. Sorprende gratamente la estética, significativamente planteada como una obra de teatro, con la escenografía y la iluminación al descubierto. La trama resulta desgarradora en su simpleza y las actuaciones de Paula Ransemberg y Marcelo Subiotto terminan de darle fuerza a esta breve narración que es una joya en el barro que nos venía dando hasta el momento la serie.
Tinto añejo
Una vez más, el tema de la brecha entre clases, ahora representada por dos hombres que quedan encerrados en una cava subterránea. Uno es el joven dueño del restaurante, que carga con el peso de haber heredado la propiedad de su padre, pero no el respeto que a este le tenía el personal. El otro parece ser un peón de estancia. El flojo guion arrastra a los personajes por cambios de estado poco creíbles, que son aún menos veraces gracias a la escasa pericia actoral de Martín Piroyansky.
Bosque
Durante una caminata, tres adolescentes se pierden en un bosque del conurbano bonaerense (SIC). Este homenaje al género del terror adolescente cuenta con escenarios perturbadores, las consabidas revelaciones que alteran la paz entre las chicas y un final que quiere ser inquietante y no lo consigue.
Universo negro
Tres personas en un vacío, rodeadas de la más absoluta negrura. ¿por qué? No hay porqué. Víctor Laplace no logra levantar el nivel actoral de sus compañeros de escena, que es equiparable al de un Abeto. Un gran trabajo de cámaras es lo único que puedo destacar del capítulo.
300
Dos luchadores de MMA (Mixed Martial Arts, Artes Marciales Mixtas): el actual campeón y el retador, quedan encerrados en un ascensor del hotel en el que se realizará el pesaje. Entre ellos hay una rivalidad que va más allá del ring y los escasos minutos del episodio alcanzan para pintarnos una historia sencilla pero que cumple. Las actuaciones acompañan para terminar de cerrar un buen episodio.
Agorafobia
Luis Machín muestra todo su oficio encarnando a un escritor que tras sufrir la pérdida de su familia lleva cuatro años recluido en su departamento. El final sorprende y ayuda a hacer de este capítulo otro de los pocos que levantan el promedio de la serie.
Cloaca
Cuatro chicos en busca de una aventura en una tarde cualquiera de un barrio cualquiera. Cuatro estereotipos: el Líder, el Segundón, el Gordito y el Pensador, son los ingredientes con los que se cocinará una versión a escala de El señor de las moscas. Otro episodio pasable, que podría haber ganado puntos si el cuarteto de jóvenes actores hubiera estado a la altura de las circunstancias y el guion no tuviera un agujero pequeñito pero significativo.
Menino
Coqui trabaja en un privado. Vive en un privado. Come, ríe, duerme en el privado. Y sueña. Sueña con el hijo que hace cuatro años que no ve. Una historia cuyo dramatismo se acentúa por la aparente ligereza de la narración que intencionalmente naturaliza una situación que debería horrorizarnos. Pierde puntos por lo previsible, pero sigue estando por encima del promedio.
Monstruos
Un niño tiene una pesadilla… pero quizás los monstruos no sean los que están intentando entrar en la casa. Quizá siempre estuvieron allí. Otra historia sin demasiadas sorpresas, pero también sin demasiados errores.
Bonsái
Nuevamente el ascensor es la escenografía elegida y esta vez son un hombre y una mujer jóvenes los que resultan atrapados. Una historia pequeña como su título, que resulta un cierre bastante insulso para la serie.
EN RESUMEN
Uno de los riesgos que se corren con los unitarios es que la calidad no sea pareja. Sin embargo, pocas veces se da una disparidad tan grande entre el pico máximo (Rutinas) y el mínimo (Universo Negro, Bajas) hasta el punto de que resulte difícil creer que formen parte del mismo ciclo. Las que remontan la media (300, Agorafobia) lamentablemente no alcanzan para rescatar esta serie. Quizás si Netflix decidiera producir una hipotética segunda temporada se podrían pulir los detalles, mejorar el casting y levantar un poco el nivel de los guiones. Estaríamos entonces, ante una serie destacable. Sinceramente espero que esto suceda, porque siento que Encerrados tiene mucho potencial.
