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Predator: Badlands – Dan Trachtenberg se anima a la entrega más ligera (y polémica) de la saga

Fotograma de “Predator: Badlands”.

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Predator: Badlands – Dan Trachtenberg se anima a la entrega más ligera (y polémica) de la saga

La nueva entrega dirigida por Dan Trachtenberg se aleja del tono severo de “Prey” y apuesta por una aventura más ligera, con humor marvelita, criaturas desconocidas y un inesperado trío protagónico.

La diferencia principal entre “Alien” y “Predator” siempre fue que el primero nació desde el horror, mientras que el segundo fue ciencia ficción orientada a la acción. El primero eran frías tinieblas colmadas de gemidos agónicos y una concepción muy puntual: “en el espacio nadie escuchará tus gritos”. El segundo siempre pudo ir reinventándose a cada nueva película, cada nuevo juego y cada film que nos permitía ver un poco más de la cultura de cacería deportiva que encerraban estas criaturas. No se trataban de aventuras para toda la familia, ya que el marco teórico de su primera película era la persecución de unos soldados americanos en plena Guerra de Vietnam contra una criatura que superaba todo lo que ellos creían posible. Pero, luego de toda la desventura de nuestro protagonista encarnado por el buen Arnold Schwarzenegger, los créditos finales muestran a los protagonistas sonriéndole a la cámara con la placa de sus nombres pasando por la pantalla, dejando en evidencia el tono desenfadado que tendría la franquicia a partir de entonces. Solo faltaba que el propio depredador saludara a la cámara y tendríamos el bingo lleno para recalcar el concepto de horror cósmico mezclado con “Rambo”.

Pero con el paso de los años, la idea de poder ver diferentes facetas del yautja en acción dejó de ser su principal atractivo para convertirse progresivamente en la debilidad que lo terminaría sepultando, a expensas de los errores de sus hermanos xenomorfos. La segunda película redoblaba la apuesta cambiando las selvas lluviosas por una Los Ángeles congestionada y entonces la franquicia dispondría de un parate donde solo predominarían algunos videojuegos y sus cómics.

“Alien vs Predator” llegaría para demostrar que, entre el tono tenebroso y el desenfadado, la balanza terminaría inclinándose hacia el segundo, uniendo a un escuadrón de yautjas exploradores con unos humanos sin mucha suerte que resultaban haber encontrado en plenos páramos de hielo una pirámide llena de xenomorfos. Con el paso de los años, esta idea y su respectiva secuela se descartarían en pos de que la saga “Alien” supiera explorar sus orígenes en una línea temporal donde las fechas de la edad contemporánea no tendrían cabida. Sin embargo, “Alien vs Predator: Requiem” dispondría de algunas ideas interesantes, como la introducción del primer híbrido entre ambas caras de las franquicias: el Predalien, una mezcla originada por el embarazo forzado del yautja protagónico del primer crossover.

Dek y Bud en plena cacería en el planeta Genna.

Pero los cruces con las alimañas de cuerina negra no volverían a surgir con el pasar de los años y, al sobrepasar la primera década del nuevo milenio, nos encontraríamos con la tercera entrega principal de la franquicia: “Predators”. Una epopeya capaz de volver a las raíces de la saga, donde un grupo de malvivientes cae en un planeta selvático que los yautjas suelen utilizar como zona de cacería recreativa. A nivel guion no es nada del otro mundo y más de uno es capaz de alegar que envejeció mal, pero apuesto cualquier cosa a que preferirían aquellas persecuciones silvestres en contraposición al siguiente capítulo de la franquicia.

“The Predator” fue el retorno del infame Shane Black a la saga, un director que en su juventud supo encarnar a uno de los miembros del pelotón protagónico de la primera película y que hizo gala de su paupérrimo sentido del humor encargándose de la dirección de “Iron Man 3” y, quizás, redimiéndose con lo que supo hacer en “The Nice Guys”. Pero en esta nueva desventura los entornos urbanos vuelven para redoblar la apuesta con un “depredador capaz de cazar depredadores” y un grupo de soldados con inestabilidades mentales que sirven como contraposición a toda víctima que llegamos a ver hasta ahora en la franquicia. Pero su tono de comedia de serie B saca de las casillas a cualquiera que haga el intento de asimilar esto como otro capítulo en las letanías austeras de los yautja.

Al fin llegamos al presente, donde un valiente Dan Trachtenberg alcanzaría la fama de ser aquel que le devolvió frescura a la franquicia con “Prey” y “Predator: Killer of Killers”. Mostrándonos a los yautja lanzando sus armas contra objetivos en diferentes épocas de la cultura humana, como el Japón feudal, las colonias estadounidenses, la WWII y las antiguas leyendas vikingas.

La frescura de “Predator: Badlands” yace en las cuestiones que se obviaron en sus obras anteriores. “Prey” es metódica, cruda y hasta con un trasfondo de sobriedad casi abrumadora, pero por demás eficiente para demostrar al críptico yautja primitivo como una amenaza latente. La antología “Killer of Killers”, por su parte, mostraba aquellos sustratos de peligro agridulce, pero con un nuevo agregado de comedia dinámica entre las interacciones de las diversas razas y culturas trabajando en equipo.

Pero “Badlands” toma la comedia y la lleva a un nivel casi marvelita, gracias al protagonista, una criatura imberbe conocida como Bud, y una Elle Fanning que funciona mejor como sidekick que como alivio cómico, pero cuya presencia se agradece para agregarle profundidad a la noción de que el universo se expande, puesto que ella corresponde a uno de los tantos androides de la corporación Weyland-Yutani, correspondientes a las tretas administrativas de la saga “Alien”. Casi se siente como si Trachtenberg dijera: “ya les mostré lo que puedo hacer si me pongo serio, ahora déjenme divertirme”.

La acción, transcurriendo en el planeta Genna, da unos indicios a “Skull Island” que sirven al desarrollo de la trama para evitar caer en lugares comunes, más que el de las persecuciones contra razas de flora o fauna indescriptible o momentos de reflexión a la luz de fogatas tenues. El personaje de Fanning y Dek, el yautja protagónico, ejercen un choque de subjetividades al enfrentar el honor ceremonial de una cacería con objetivos propios del rigor científico.

El desenlace de este conflicto de ideales, edulcorado con la frase “es un honor… para ti” por parte de ambos focos de noción moral y práctica, solo se amedrenta con la llegada de un tercer factor que tampoco recalcaremos para no atiborrarnos de spoilers. Solo diremos que la moralidad de un aliado en apuros parece ser la cura para las rivalidades entre los dogmas maquiavélicos del vil metal y la terquedad de una cultura cuyos honores pueden permear a expensas del cariño mutuo tribal.

“Prey” es increíble en cuanto a su puesta en escena y “Killer of Killers” logra, con una propuesta antológica, darle entidad a la fantasía de todos los fans de Predator respecto a la exploración de los yautja en diferentes épocas de la historia humana. ¿Qué queda para “Badlands” entonces? ¿Un trío dinámico encerrado en una selva al mejor estilo “Jumanji”? ¿Una vuelta de tuerca a la fórmula al coronarse como la primera de la saga donde el yautja es la presa principal desde el minuto cero? Entre las tres producciones de la franquicia orquestadas por Trachtenberg, no me tiembla el pulso al sentenciar a “Badlands” como la peor, siempre y cuando se me permita afirmar justo después que, en definitiva, y salvaguardando las cuestiones de calidad, este sustrato de la trama de los yautja compuesta por tres actos sigue sin tener una sola obra aburrida.

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Imagen promocional oficial de “Predator: Badlands”.

Obrero industrial, barista por convicción y cuentista empedernido. A partir de estos paramos solo reina la subjetividad.

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