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Weapons: el estilo camaleónico de Zach Cregger

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Weapons: el estilo camaleónico de Zach Cregger

Weapons” propone un rompecabezas de horror contemporáneo donde Zach Cregger combina atmósfera, misterio y una mirada aguda sobre lo social.

Las estelas del nuevo horror corren por pendientes muy distintas de un tiempo a esta parte. Mucha agua ha pasado bajo el puente desde el final ominoso que nos proporcionó Eggers con “The Witch” allá por el lejano 2015. Dos presidentes norteamericanos cambiando las tornas socioeconómicas en el tablero de Catán, más catástrofes de las que uno puede contar, acopladas a nuevos conflictos en Medio Oriente y una pandemia mundial, han afectado de una u otra manera al paradigma psicológico con el que juegan los autores que hacen sonar sus teclados en las penumbras.

Jordan Pelee confeccionó su obra magna “NOPE” hace no pocos años y se consagró como alguien que puede seguir ejerciendo comentarios políticos acorde a las notas de ciencia ficción que busca hacer sonar cual Bradbury en el siglo pasado. Ari Aster, Julia Ducournau, Scott Derrickson, Jennifer Kent y muchos otros directores también supieron también levantar sus estandartes creativos de la mano de las temáticas que más impregnan en el subconsciente colectivo, capaz de irrumpir por los frentes del terror ya sea o no con intereses comerciales. La depresión acechando en cada esquina, la pandemia de la soledad masculina, las grandes empresas aferrándose a la atención inmediata de los consumidores, el tiempo del espectador como la nueva moneda de cambio entre los poderosos, las absurdeces maniqueas detrás de los nuevos discursos de la derecha más conservadora y, como no podría ser de otra forma, el calentamiento global para no perder la costumbre. Todas estas temáticas sirvieron de trasfondo para las nuevas epopeyas del horror contemporáneo como “The Lighthouse”, “Raw”, “Trap”, “The Babadook”, “The Nightingale”, “HOST”, “Titane” y “Hereditary”.

Pero ante todo aquel nuevo maremoto de talento y comentarios listos para soltarse a cielo abierto surgió un director predispuesto a amoldarse al amasijo de humor negro y terror por el que supieron abrirse camino Osgood Perkins o Rob Savage sin perder sus estilos. Un terror más desenfadado, pero no carente de las herramientas para presentar un misterio capaz de poner al espectador al borde del asiento. “Barbarian” en 2022 fue la entrada al juego de Zach Cregger quien supo valerse de un estilo cimentado por el formato episódico de la novela rio donde todos los personajes participantes ofrecen su punto de vista y unas decisiones por parte de los susodichos que termina provocando la sensación de que uno hace de abogado del diablo al momento de defender su concepción narrativa. ¿Es necesario que la mitad de los personajes sean de moral distraída o de inteligencia reducida para validar el avance de la trama? Seguro que no, pero eso no quita que uno sienta la trama más liviana al momento de ver cómo los personajes menos agraciados caen presas de una fortuna borrascosa producto de su propia incompetencia. Eso ocurre tanto en su ópera prima dentro del terror como en la nueva obra que hoy tenemos para degustar: “Weapons” (estrenada en Argentina como “La hora de la desaparición”).

Una veintena de niños pertenecientes todos al mismo salón de clases despiertan al unísono en plena madrugada y se marchan sin dejar rastro. No hay signos de violencia, no hay pistas sobre algún hostigamiento psicológico y no existen explicaciones para apaciguar la angustia de los padres más que el maremoto de preguntas que cae sobre la maestra a cargo de aquel salón de clases. El único niño que no fue víctima de los pormenores de aquella noche, un policía neurótico, un vividor con ambiciones desmedidas a causa de las sustancias, uno de los padres afectados por el hecho con más ímpetu en encontrar a los niños por cuenta propia y el director de la escuela se ven enfrascados en una trama cuyo eje central es la maestra antes mentada.

Cregger entendió que la vuelta de tuerca al subgénero de las home invasións con “Barbarian” fue efectiva para que se hablara de la película, ya sea bien o mal, pero él no quería dejar de trastocar el enfoque de las historias a las que se sumergía y más ahora se nota con su nueva película. El éxito de Pelee con NOPE radica en que ofrece la trama como un rompecabezas a resolver. ¿De dónde viene el peligro? ¿En qué consiste la amenaza? ¿Se trata de terror infundado por la ciencia ficción o la fantasía? ¿Es algo de índole sobrenatural o estamos jugando con reglas mundanas? Todas estas incógnitas crecen cual enredadera por la mente del espectador al entender que el disparador de la trama en sí no es más que una pregunta acoplada a la otra.

Cuando ya están todas las cartas sobre la mesa y se entiende la naturaleza de lo que ocurre en aquella comunidad, no es descabellado interpretarlo todo como un golpe sobre la mesa respecto a una de las pocas temáticas no tocadas por los autores mentados al principio de esta nota. Casi se siente como si Cregger cayera al círculo de autores y hubiera dicho: “¿Qué pasa con las masacres escolares? ¿Les parece un tópico demasiado delicado al que hacerle apología?”

Weapons” busca desde el minuto cero entretener; ofrecer el rompecabezas y jugar una vez más con el amasijo de personajes, desorientando al espectador de cualquier atisbo de pretensiones. Pero un acierto enorme por parte de Cregger es que, detrás de esa persecución de perspectivas y esos chistes calcados entre sustos esporádicos, existe un comentario social enorme. La depresión es ignorada en “Weapons” y eso es lo que le permite escabullirse entre los recovecos de aquella escuela pueblerina donde nunca parece pasar nada. Llega un momento esotérico de la película en donde un arma aparece de forma tangible en la trama y su presencia conectada a la ausencia de los niños provoca que le sea imposible al espectador no hacer uno más uno. La ecuación se vuelve camaleónica cuando entendemos que, a diferencia de “Barbarian”, las persecuciones y los entredichos del porvenir para nuestros protagonistas no implican la claustrofobia de su contexto sino que, por el contrario, es gracias a lo laberíntico de sus casas, patios, edificios estatales y callejones lo que permite un estilo mas “pulp” y cercano al aura de leyenda urbana en el que busca el film permanecer sumergido.

No tengo en el horizonte una noción clara de cómo va a envejecer “Weapons” luego de estas explosivas semanas posteriores a su estreno, ni de cómo ese porvenir va a ser comparado con el amasijo de ninguneos que sufrió “Barbarian” pasado cierto tiempo. Tampoco tengo claro cuánto le beneficia estar siendo comparada con “Bring Her Back”, su compañera de fechas orquestada por los hermanos Philippou, quienes también vienen dando golpes en la mesa desde su opera prima “Talk to Me”. Las cosas parecen ambiguas para el consagrado cuentista desapegado de la idea de mantener sus historias en un solo foco.

Lo único que tengo presente es que este es el camino por seguir: premisas donde menos es más y las preguntas en el aire provocan remolinos en la mente del espectador, desde donde uno se puede convertir en otro inquilino más de esos tranquilos barrios residenciales donde nada pasa, hasta que una veintena de niños rasga los resplandores de las farolas nocturnas en plena madrugada provocando imágenes de pesadilla.

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Obrero industrial, barista por convicción y cuentista empedernido. A partir de estos paramos solo reina la subjetividad.

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