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Entrevista con el guionista y dibujante Esteban Podetti

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Entrevista con el guionista y dibujante Esteban Podetti

Teniendo como marco su visita a la pasada convención de historietas “Crack Bang Boom”, con motivo del lanzamiento del quinto tomo de “La Caja” editado por Historieteca, charlamos con el guionista, dibujante y humorista gráfico Esteban Podetti.

Teniendo como marco su visita a la pasada convención de historietas “Crack Bang Boom”, con motivo del lanzamiento del quinto tomo de “La Caja” editado por Historieteca, charlamos con el guionista, dibujante y humorista gráfico Esteban Podetti.

 

Guionista, dibujante y humorista gráfico, Esteban Podetti (Buenos Aires, 1967), trabaja profesionalmente en el medio historietístico desde 1986. Ha colaborado con las revistas Sex Humor, Fierro, Cóctel, El Lápiz Japonés, Cerdos y peces, suplemento Sí! de diario Clarín, La Mano y Barcelona, entre otras. Dueño de un estilo propio, tan sarcástico como políticamente incorrecto, fue uno de los invitados a la decimotercera edición de CBB, ocasión que aprovechamos para entrevistarlo. El resultado de esa charla, aquí abajo.

-Primera vez en Crack Bang Boom. Siempre nos interesa conocer impresiones iniciales. ¿Qué opinión te merece el encuentro, hasta ahora?

-Altamente positiva, una especie de vorágine. Siento que no paré, desde que llegué. Eso que no hice demasiado, di vueltas, charlé con colegas y lectores, vi mucho material impresionante. Me gustó mucho la carpa de fanzines, siempre es muy estimulante ver todo lo que hace la gente del under. Me encontré con varios amigos y conocidos, ahí. Yo a la Crack la veía siempre desde lejos con mucho resentimiento, por no poder venir (risas). Hace unos años me dije, tengo que ir alguna vez.  Y ahora se dio, por fin. La verdad es que estoy re-contento. Es el primer día, todo el mundo me dice que sábado y domingo explota. Para mí esto ya está explotado, porque estoy acostumbrado a eventos muchísimo más tranquilos (risas).

 -Llegás con el quinto tomo de ‘La Caja’ (Historieteca Editorial), que se convirtió en un gran fenómeno. No solo de ventas, sino también entre la crítica. ¿A qué lo atribuís?

–Creo que la editorial inició algo muy bueno, queriendo darle relevancia al humor. Con todo lo que significa editar historietas en Argentina, ¿no? Que es una cruzada, realmente. Pero Marcelo (Pulido) decidió lanzar una línea exclusivamente dedicada al género. Y elegir autores nuevos, viejos. Que a mí me gustan, porque son muy distintos. Lo que hace, por ejemplo, Horacio Langlois (Hor-Lang), es completamente distinto a lo que hago yo. Ahora va a salir el libro de un joven humorista, Chavo Escrotito, incluso. Entonces es tomar la decisión, ¿viste? Darle un marco determinado a esta colección. En momentos donde, creo, el humor viene medio baqueteado. De un tiempo a esta parte empezó toda una discusión acerca de si el humor es bueno o malo, si es válido o no reírse de todo. Cosa que antes no ocurría, el humor era parte de nuestras vidas y reírnos era un placer. Entonces, si bien esas discusiones son interesantes, me parece que está bueno volver a los libros de humor. Chistes, humoristas gráficos. Disfrutémoslos.

-En esta edición de CBB se homenajeó al ‘negro’ Roberto Fontanarrosa, a propósito del ochenta aniversario de su nacimiento. Lo nombraste, en la charla-presentación. ¿Qué fue lo que más admirabas de él, en su faceta de humorista gráfico?

-Me cuesta mucho definirlo. Me parece que era muy bueno, era un tipo que tenía, voy a usar una palabra muy vieja, mucho ingenio. Se notaba, además, un trabajo muy metódico en la generación del chiste. Me acuerdo de haber ido a una muestra, hace unos años, donde se exhibían los cuadernos en los que él anotaba sus ideas. A mí me impresionó la prolijidad y el método con que anotaba, frase por frase, los chistes que iba a usar después. Algunos iba a utilizarlos en Inodoro Pereyra, otros como chistes, otros en su trabajo con Les Luthiers. Entonces creo que ese profesionalismo en su trabajo fue, un poco, lo que le permitió alcanzar ese nivel superlativo. Me parece genial, un tipo culto, ingenioso y sobre todo, muy gracioso. Que es la primera característica del humorista.

–Aparte de él, ¿cuáles son tus referentes en el humorismo gráfico nacional?

-A Quino no se lo puede soslayar, de ninguna manera. Me gustaba mucho Tabaré, que no era por ahí tan guionista. De hecho, trabajaba con autores, pero tenía esa capacidad de transmitir tanto realismo, en el más escatológico de los sentidos, que era imposible que no te arrancara una sonrisa. Después, todos los próceres de la Humor, como Alfredo Grondona White, como Viutti, tantos otros. Argentina tiene una enorme tradición que, por suerte, ha dejado un semillero muy importante de creadores.

-Habiendo trabajado en la gráfica durante tanto tiempo, ¿cómo interpretás el cambio de clima actual respecto a los límites del humor, político y en general? ¿Qué fue lo que cambió?

-Bueno, hay, por un lado, algo que ya es de público conocimiento. Me refiero a este fenómeno de los escraches, de la corrección política. Todas discusiones sociales, digamos, que tienen mucho que ver con la aparición y el auge de las redes. Pero hay otra cosa, y esto es una teoría muy personal; yo creo que se perdió cierta cultura del humor. Hubo un vacío, te diría que entre 2001 y 2005, de generación artística del mismo. Y puedo aportar pruebas; desaparecieron todas las revistas, entre ellas las de humor, desaparecieron los programas televisivos dedicados al humor. Fueron muriendo los viejos capocómicos y quedaron, no sé, (Diego) Capusotto, algunos otros, pero se redujo muchísimo el humor como género, en los distintos formatos. Me parece que, en ese interín, la gente se empezó a olvidar de algunos recursos, algunos mecanismos que se tenían incorporados. Y cuando reaparecen, hay muchas personas que no los entienden. No es tanto que la gente se ofenda, sino que, directamente, se ha perdido la comprensión del sentido de lo humorístico. Nada, uno trata de que aparezca de nuevo, por ahí usando recursos viejos, conocidos. Entendiendo, también, los planteos, las críticas que se pueden hacer. Que son interesantes, pero bueno, creo que es una mezcla de circunstancias. De confusión.

-¿Tuviste alguna situación puntual, de reclamo, o de alguien que se haya sentido ofendido por tu trabajo?

-No, he tenido suerte, digamos. En general, me han tratado muy bien. Sí, siempre hay alguna queja, o el que te dice ‘che, esto no te lo banco’ o ‘con eso no se jode’, situaciones que quedaron en anécdotas, nomás. Válidas, también.  

-Habiendo transitado tanto el medio impreso como la publicación digital, ¿qué encontrás de igual y de distinto, entre uno y otro?

-Bueno, de esto hablamos en la charla, un poco. El medio impreso era una industria. El dibujante era profesional. Entonces, el hecho de que te paguen, genera una cantidad de gente que quiera dedicarse a eso, lo que al mismo tiempo provoca una mayor cantidad de semillas a germinar. Que sea por amor al arte, la gente que dibuja gratis, digamos, es muy lindo y hasta loable. Pero también implica que le tengas que dedicar esfuerzo a otras cosas. Me parece que la época del dibujo impreso, te daba una vibración y un estímulo, económico si se quiere, que era realmente otra cosa. En las redes igual hay mucha producción, porque lo que tienen de notable el humor y la historieta, es que todavía hay un montón de gente que quiere dedicarse a ellos. Tienen algo muy magnético.

-¿Esa misma comparación, a nivel masividad?

-Y, las redes son más masivas que muchos viejos medios. Eso es verdad, también. Pero bueno, hay que ponerle tanto esfuerzo extra, que en ese sentido corre en desventaja con respecto a lo industrial. De algún modo, lo que ganás por un lado, lo perdés por el otro.

-Bien, muchísimas gracias.

-No, a vos. Chau.

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43 años, Licenciado en comunicación social. Comiquero por naturaleza, casi. Cinéfilo. Voraz lector, ocasional escritor.

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