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Sex Education: Una temporada con pocas cosas que decir

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Sex Education: Una temporada con pocas cosas que decir

La serie creada por Laurie Nunn regreso con ocho nuevos episodios que ofrecen apenas un poco más de lo mismo.

Si hay algo claro en esta tercera temporada de Sex Education es que las cosas interesantes por decir se han plasmado en sus envíos anteriores. Una completa lastima ya que la frescura con la que la serie creada por Laurie Nunn exponía las dudas e intereses en torno al sexo brillan por su ausencia en estos ocho episodios estrenados el pasado 17 de septiembre.

También es cierto que el nivel expuesto en sus primeras temporadas dejo la vara muy alta y tarde o temprano el nivel, casi por inercia, tenía que descender. Pues bien, ha pasado más pronto de lo que esperábamos.

La hipersexualizacion, homosexualidad, homofobia, represiones, padres exigentes y castradores, amistad, aborto, drogas, abusos, diversidad, feminismo son apenas algunos de los temas que la serie abordo de manera sobria en sus primeras temporadas.

Quizás con intenciones de encontrar nuevas cosas por decir o intentando escapar de la formula exitosa pero debilitante, es que el equipo creativo de la serie decidió virar, marcadamente a través de la presentación de un nuevo personaje, hacia un formato que tiene más que ver con la tira adolescente que con lo que veníamos viendo.

La secundaria renueva autoridades luego del alejamiento obligado del Sr. Groff y así la dirección recae en manos de Hope Haddon (Jemima Kirke, de la exitosa serie de HBO “Girls”). Su personaje más pronto que tarde dejará de lado su impronta cool para acercarse a las actitudes dictatoriales.

Hope es represiva, quita derechos a los estudiantes y de alguna manera incita mediante el miedo a que estos vean a la abstinencia como el único método anticonceptivo existente. Mención aparte es la implementación de un curso de educación sexual lleno de desinformación y prejuicios que cuesta creer que podría implementarse en la actualidad.

El hilo conductor en líneas generales es ese, un planteamiento algo inocente y visto hasta el hartazgo incluso en muchas de las comedias que estéticamente reverencia la serie.

Moordale no es el pueblo de Footloose y es cuanto menos confusa la reacción tardía de los estudiantes frente al atropello.

Tampoco ayuda el poco peso de los secundarios. Esta tercera temporada sin dudas será recordada por desaprovechar el jugoso personaje de Jean. Pese a gozar de buenos minutos en pantalla la interpretación de Gillian Anderson aporta muy poco, y solo será una excusa para exponer los prejuicios que vive al afrontar un embarazo a su edad.

Eric y Adam son pareja oficial, Aimee se acerca al feminismo y Jackson vive una suerte de enamoramiento. Demasiado poco para personajes que marcaron la impronta de la serie.

Entendemos que la fluctuante relación de Otis y Maeve es uno de los móviles principales de la serie, pero en estos ochos episodios su relación no genera la misma empatía que antes. Isaac (interpretado por Emma Mackey) conocido como el tercero en discordia y villano de turno en el final de la temporada anterior, comienza con cierto protagonismo para finalmente desvanecerse sin pena ni gloria. Nada parece detener esa relación más que sus propios protagonistas.

Como puntos altos tenemos por un lado la presentación de Cal (Dua Saleh), estudiante de género no binario que sirve para exponer el espectro queer en la serie y permite instalar la necesidad de espacios seguros para aquellos que no se consideran ni hombres ni mujeres. Y por otro, el crecimiento abismal del personaje de Ruby (Mimi Keene) que finalmente abandona su superficialidad para mostrarse vulnerable. Cobra relevancia convirtiéndose en una de las piezas mejor construidas y narradas de la historia.

Estéticamente la serie mantiene el nivel de excelencia. Se erige poniendo el acento en la buena fotografía (es filmada en las ondulantes colinas de Wye Valley, a ambos lados de la frontera entre Inglaterra y Gales) y en el estilo de sus personajes, un parejo mix en donde confluyen el espíritu británico con el americano. Ahí están esas chaquetas de béisbol y la banda sonora funky.

Sus referencias estéticas desde luego sirven para aplacar una construcción narrativa que creo no está a la altura. Es imposible pensar en un momento memorable de la temporada, un mensaje claro y con la carga emotiva de, por ejemplo, la escena del bus que estampaba la palabra sororidad por todos lados.

Sin embargo, no hay demasiado que temer, los números acompañaron y la serie ha sido renovada, a días de su estreno, para una cuarta temporada. Será momento entonces de sortear los obstáculos presentados, encaminar el rumbo y escapar gradualmente del entorno estudiantil. Sino esta predestinada a convertirse en una de las tantas series adolescentes en las que sus protagonistas tienen edad suficiente como para interpretar a sus padres.

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Su título reza que es periodista, casi un 007, pero es lo de menos. Lo verdaderamente importante es que todavía sueña con lo que va a ser cuando sea grande.

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