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AMERICAN GODS: LA GUERRA DE LOS DIOSES
Dicen que nunca es tarde cuando la dicha es buena y aunque American Gods terminó su primera temporada hace rato, por si queda por allí algún distraído que se la perdió, le contamos por qué es momento de abandonarlo todo y ponerse a verla.
En 2001, el escritor y guionista de comics Neil Gaiman se atrevió a hacer lo que ningún británico había hecho antes (ponele): retratar la sociedad norteamericana. Y para hacerlo apeló no solo a su gente, sino a sus dioses. Dioses que, al igual que su gente, son mayormente extranjeros en sus orígenes. La novela American Gods está protagonizada por criaturas divinas y semidivinas de diversas mitologías que llegaron a Norteamérica de la mano (o en la mente) de sus creyentes y al igual que estos, medraron o decayeron en esta nueva tierra. En 2005 se publicó un spin off, titulado Los hijos de Anansi y centrado en uno de los personajes secundarios de American Gods: el Señor Nancy, encarnación de Anansi el Dios Araña, una suerte de Loki africano.
Este año, Bryan Fuller (Dead Like Me, Pushing Daisies, Hannibal) como guionista y Michael Green (Everwood, Smallville, Sex and the City, Heroes, Gotham) como productor, se encargaron de convertir ambas novelas en una serie de televisión para el canal StarZ.
LA SOMBRA DE LA FE
La serie inicia con Shadow Moon (Ricky Whittle) en la cárcel por un robo que salió mal. A pocos días de cumplir su condena, recibe la mejor y la peor de las noticias: lo van a soltar antes, pero solo porque su esposa Laura (Emily Browning) ha muerto en un accidente de tráfico. A bordo del avión que lo llevará a encontrarse con los restos de su mujer, Shadow conoce a un enigmático personaje que se presenta como Mr. Wednesday (Ian McShane). Wednesday parece conocer bastante bien a Shadow y le ofrece un trabajo como su guardaespaldas, con la promesa de que no habrá de llevar a cabo ninguna tarea ilegal.
A partir de allí, Shadow conocerá una galería de seres extraños y atravesará situaciones que a menudo están entre lo onírico y lo sobrenatural. La idea básica es que los Dioses, antiguos y modernos, desde Anubis hasta las innumerables interpretaciones de Jesús, caminan entre nosotros. Su poder depende de la cantidad y calidad de sus creyentes, una idea que, como tantas otras, Gaiman comparte con su gran amigo Terry Pratchett. Y otra idea que ambos tienen en común es que cuando la gente deja de creer, nuevas criaturas surgen para llevar esos «vacíos de fe». Nuevos Dioses como Media (Gillian Anderson) o Technical Boy (Bruce Langley), que, liderados por Mr World (Crispin Glover), están dispuestos a arrasar con los dioses tradicionales e instaurar un Nuevo Orden de la Fe.
Se avecina una batalla campal entre ambos bandos y Mr. Wednesday recorrerá el país reclutando a todos sus viejos compañeros de armas para el enfrentamiento final, con Shadow como escudero.
BRAVE NEW WORLD
La mayoría de los ocho capítulos que componen la temporada inicia con Mr. Ibis (Demore Barnes) escribiendo en su cuaderno, con puntillosa letra, el modo en que cada uno de los Antiguos Dioses llegó al continente, una historia que la mayoría de las veces está abundantemente teñida de sangre. Pero para los nuevos dioses, la sangre ya no es tan importante. Como le dice Media a Shadow: «Tiempo y atención. Es mejor que la sangre de cordero». Para ellos cada televisor, cada computadora, cada teléfono es un altar en el que los humanos los adoramos diez, cien, mil veces al día.
Aquí no estamos ante una de esos clásicos (y remanidos) enfrentamientos entre el bien y el mal, lo que se enfrentan aquí son dos paradigmas, dos modos de ver el mundo. El campo de batalla es la mente de los hombres y el premio, es la supervivencia. Un juego tan antiguo como la humanidad, con reglas estrictas… y trampas aún más estrictas.
Una historia como esta está plagada de simbolismos, de detalles que pueden pasar desapercibidos en una primera visualización. Tomen cualquier fotograma al azar y enmárquenlo: tendrán una obra de arte. Elijan cualquier personaje de los que se presentan: hay grandes probabilidades de que les resulte fascinante. Las actuaciones están a la altura de las circunstancias, tanto en los protagónicos como en los secundarios. Gillian Anderson que luce particularmente bien en cualquier de sus múltiples caracterizaciones, ya sea como Marilyn Monroe, Lucille Ball o David Bowie. No menos impactante aunque mucho más breve es la actuación de Peter Stormare como Czernobog, la deidad eslava que representa la mitad oscura de la dualidad bien/mal, cuya contracara es su hermano Belobog (ausente en la serie, al menos de momento).
Estoy ante uno de esos (raros) casos en los que el elenco, la factura técnica y el guión colaboran para construir una serie remarcable. Me atrevería a decir que es lo mejor que vi en el año. Espero ansioso la próxima temporada.
