Cómics
‘Jim, Jam y el otro’: Entre lo mejor del humor gráfico nacional
Mariano Sicart analiza esta obra de Max Aguirre que se encuentra entre lo más destacado de la historieta argentina.
[dropcap]E[/dropcap]l historietista Max Aguirre –Los resortes simbólicos, Veinte verdades- creó a los personajes de esta tira 1999, publicándolos esporádicamente en diversos medios digitales, primero, durante el interesante fenómeno de los blogs comiqueros, y gráficos, después, en fanzines autoeditados. Es en 2007 cuando comienzan a tener un espacio fijo en la contratapa de La Nación, donde la serie se vuelve diaria, consolidándose artísticamente y ganando en repercusión.
Desestructurando un espacio humorístico que suele limitar por su intrínseco mecanismo de funcionamiento, es decir, referencias constantes al acontecer informativo inmediato, o escaso desarrollo de personajes en función de un remate eficaz cada tres o cuatro viñetas promedio; la serie se presenta como un sano ejercicio de ir en contra de lo establecido. En este sentido, cabe destacar que con un registro completamente personal, el trabajo de Max logra casi sin proponérselo, colarse en la historia grande del humor gráfico argentino, a fuerza de talento y buenas ideas. Queda claro el guiño cómplice del autor desde el vamos, cuando en la primera tira ellos mismos se presentan ante el lector, tomando conciencia del lugar que ocupan como personajes de una serie que se publica en la contratapa de un diario.
No debería sorprendernos, por tanto, que en varias oportunidades “Jim, Jam y el otro” comparta cruces con Macanudo, de Liniers, la tira vecina que se desarrolla en el espacio inmediatamente superior del longevo matutino. O el hecho de que la temporalidad no sea una constante, apelando a mostrar alternativamente la niñez y vejez del trío protagónico, alternando el formato serial con chistes unitarios. Además de encontrar no pocas referencias socioculturales contemporáneas perfectamente identificables, propias de quienes pasaron de la infancia a la adolescencia hace un par de décadas atrás, como He-Man, Star Wars, series de televisión o videojuegos. Y, obviamente, cómics.
Tres son multitud
Los protagonistas son tres jóvenes treintañeros porteños de clase media, ingeniosos y despistados, que transitan por la vida sin un rumbo demasiado fijo, reflexionando sobre cuestiones generacionales propias de su edad, en un tono costumbrista que también deja margen para lo fantástico. Se conocen desde pequeños y lidian con sus problemas de la forma en que pueden. He ahí una de las claves de la frescura del trabajo, el amplio registro de géneros que el autor utiliza, apelando a la sorpresa en forma constante, con reflexiones y hasta poesía, incluso. Especie de sitcom norteamericana dibujada, tipo 4 Segundos, por mencionar un antecedente en el medio local. Un ejemplo concreto y curioso de este tipo de manejo creativo pasa por el hecho de no poder identificar fehacientemente a cada uno. Los lectores saben que los personajes son tres, conocen dos de sus nombres y hasta algunos rasgos distintivos de sus personalidades, pero el misterio sobre quién es Jim y Jam nunca es del todo revelado. Por no hablar del ‘otro’, quién ni siquiera tiene nombre propio. Vestidos informalmente, los tres usan anteojos.
El más alto es flaco, narigón, tiene el cabello oscuro y largo, usa sombrero y tiene como mascota a una gata, blanca con manchas coloradas, que acurruca en sus brazos, a la que acaricia siempre que puede. Tras ser despedido de su trabajo probó suerte con un emprendimiento propio, un delivery de respuestas ocurrentes vía telefónica, pero desistió rápidamente al ver que sus finanzas no mejoraban.. Su gata no deja de traerle problemas de tanto en tanto.
El pelado reniega de su condición, ya que solía ser colorado y de cabellera ondulada, tiene afición por la escritura, siendo autor de una novela. Durante alguna primavera, el pelo le brotó en forma natural, pero su imagen social no repuntó, por lo que volvió a raparse nuevamente. En algún momento consiguió dos fans que lo seguían por todos lados, pero su éxito fue efímero. Tuvo varias parejas con el transcurso del tiempo.
El restante es petiso, tiene cabello negro y jopo, de estatura mediana, suele ser el que carga con mayores complejos de todos. Hace terapia, está solo, trabaja en una oficina y se preocupa en demasía por cuestiones ínfimas, es obsesivo y estructurado, tiene un sobrino que más de una vez lo complica con sus preguntas, que lo hacen sentir viejo.

“Jim, Jam y el otro”
Volumen dos
La serie contaba con tres fanzines compilatorios del material publicado originalmente en el blog, que vieron la luz entre 2004 y 2005, hoy inconseguibles. Editorial Sudamericana reunió en 2009 una selección de lo publicado en La Nación en un lindo tomo de 144 páginas a color, con prólogo de Tute. Por tanto, “Jim, Jam y el otro: Pólvora y chimangos” es, en la práctica, el segundo tomo recopilatorio oficial, gentileza de Pictus SRL para su colección Factor Fantasía. Aparecido en 2012, cuenta con un simpático prólogo a cargo del autor, y 96 páginas que reúnen el material aparecido durante el año 2009.
Con un dibujo sintético y de línea clara, aunque de notable riqueza en expresión gestual -recordemos que Aguirre es un gran ilustrador, además de historietista-, lo primero que llama la atención al leer las distintas tiras de corrido, es la variedad de recursos empleados por el autor para sortear los convencionalismos de la puesta en página. Viñetas únicas, superposición de cuadros en simultáneo, y enfoques poco comunes, entre otros. La aplicación del color digital también acompaña de manera correcta los diferentes entornos, sean estos reales o fantásticos.
A nivel tramas, podemos asistir a la interesante conquista amorosa del narigón sobre la moza del bar en el que suele juntarse con sus amigos, y el afianzamiento –no sin ciertas complicaciones- de la relación entre ambos. La contraposición entre las perspectivas femeninas y masculinas sobre cuestiones cotidianas propias de la vida en pareja, es un mecanismo para generar humor que Max maneja muy bien. Las charlas entre este mismo personaje y su gata, eficaz co-protagonista, son también otra fuente inagotable de situaciones que inducen sonrisas en el lector, así como los esfuerzos del flaco por instalar tópicos de conversación diferentes al estado del tiempo en las ocasionales charlas de ascensor con sus vecinos.
Por el lado del pelado, conocemos un período de su infancia donde su gran imaginación lo convertía en el capitán Stark, astronauta émulo de Buck Rogers, que veía interrumpidas sus aventuras debido a las obligaciones como hijo, tanto en la casa como en la escuela. Ya de adulto, vemos sus esfuerzos por convertirse, guitarra en mano, en cantante, para disgusto de sus amigos. Finalmente, pero no menos importante, conocemos a su primer amor, una compañerita de la escuela primera, con quien se reencuentra actualmente, para, esta vez sí, ponerse de novio. Claro que la chica, a veces, no llega a comprenderlo del todo.

“Pólvora y Chimangos”
En lo que respecta al petiso, comprendemos por qué se hace tanto problema por nimiedades de su presente, al conocer algo más sobre su pasado como un niño bastante ególatra. Sigue solo, aunque intenta conocer chicas a los fines de establecer una relación; vemos los pormenores de su mudanza y posterior adaptación a un minúsculo monoambiente céntrico, y cómo la caída del cabello comienza a aquejarlo, situación que se ve acrecentada por la convivencia con su sobrino, que lo hace percatar del paso del tiempo y sus consecuencias. No obstante todo ello, sigue sorprendiendo su claridad a la hora de hacer apreciaciones sobre la vida de sus dos amigos. Honestidad brutal.
No creo equivocarme al afirmar que “Jim, Jam y el otro” está entre lo mejor del humor gráfico nacional seriado de nuestros días. Max Aguirre no tendrá el éxito comercial de Nik o la trascendencia editorial de Liniers, por mencionar nombres de autores integrales contemporáneos reconocidos, pero su trabajo en esta tira es por demás de interesante, y alcanza para situarlo entre la larga lista de creadores que hicieron grande a este subgénero de nuestra historieta. A veces, injustamente subvalorado.
