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Policiales victorianos: Reseña de Inspector Bull

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Policiales victorianos: Reseña de Inspector Bull

La editorial Loco Rabia, junto a Grupo Belerofonte (Uruguay), se toma el trabajo de recopilar en único volumen la totalidad de capítulos de Inspector Bull, verdadero clásico de la historieta argentina. La presentación oficial del libro fue en la quinta edición de la CBB.

La editorial Loco Rabia, junto a Grupo Belerofonte (Uruguay), se toma el trabajo de recopilar en único volumen la totalidad de capítulos de Inspector Bull, verdadero clásico de la historieta argentina. La presentación oficial del libro fue en la quinta edición de la CBB.

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El principal problema que presenta Inspector Bull es que las historias que componen el tomo –escritas hace veinticinco años- fueron pensadas para ser leídas espaciadamente, en las numerosas antologías de aquellos tiempos. Leerlas de corrido, sin siquiera una introducción que ayude a contextualizar, se nos puede antojar monótono, sobre todo por lo unidireccional de esta obra en general.

Esta observación nos lleva al segundo problema, responsabilidad toda de los editores, y es precisamente la falta de información acerca de la obra que se tiene entre manos. Una introducción o un estudio de la mano de algún especialista, hubiera enriquecido notablemente la edición (impecable en calidad gráfica, al igual que Shankar y Acero Líquido) y habría dado un poco de aire a esta historieta oscura y por momentos monocorde.

Inspector Bull es una creación del guionista Carlos Albiac (fallecido hace muy poco tiempo) y del dibujante Horacio Lalia. En Argentina se publicó en la renovada Hora Cero (allá por el año `90), y también fue editada por aquel mercado europeo que tan bien supo acoger a los historietistas argentinos en épocas de vacas flacas.

El protagonista es un comisario londinense que, en aquella Inglaterra victoriana (que cientos de veces vimos en literatura, cine y, por supuesto, cómics), debe resolver los más insólitos casos policiales, por lo general asesinatos espantosos y misterios que, al ser presentados al inicio de cada capítulo, parecen insondables, cuando no absurdos. Todo este bagaje cae como anillo al dedo a quien es encargado de ilustrarlo, el maestro Lalia: un verdadero especialista del género horror, no tanto con aristas locales sino desarrollando un estilo a medio camino entre gótico y feudal, como vimos también en Nekrodamus, la más celebrada de sus co-creaciones (en aquel caso, nada más y nada menos que con Héctor Germán Oesterheld).

inspectorbull-11ksjdklsdjl04En su afán por abrir y cerrar un caso en cada capítulo (los cuales constan de catorce páginas), el guionista pierde la posibilidad de indagar sobre la personalidad del Inspector Bull. Por ejemplo la relación con su amante, esa damisela a la que frecuenta al final de varias historias, parece un tanto desaprovechada. La contratara de esto es que siempre hay un caso cerrado, es decir, una historia con su principio, nudo y desenlace. Y de ninguna manera es un mérito menor, teniendo en cuenta el reducido espacio donde debía moverse Albiac.

inspectorbull-11ksjdklsdjl02Del total de las trece historias me gustaron, sobre todo, El Canto de los Tres Halcones (por su sentido aventurero, pues viajar de Inglaterra a la selva colombiana en pleno siglo XIX en busca de oro, definitivamente lo es), El Fantasma (acerca de un fraude, una historia de amor y un castillo embrujado), La Dote (emotiva historia en torno a fenómenos de circo que viven como parias) y El teatro de la Vida, quizá la más conmovedora y original. En ella, un viejo titiritero es vengado por sus hijos, unos gemelos monstruosos que viven escondidos del mundo en un carromato. ¿Sangran, Pamela? y Atrocidades están muy bien.

Me permito afirmar que quien levanta definitivamente Inspector Bull es Horacio Lalia. Los escenarios (hay un gran trabajo de fondos) y las composiciones de página tienen su sello, de gran personalidad al igual que su trazo, reconocible a mil kilómetros. Lalia también es un gran entintador, pero lamentablemente en esta edición algunos negros se empastan bastante, seguramente por la dificultad que presenta reeditar obras con muchos años a cuestas.

En definitiva, sin ser -en mi opinión, claro está- una obra maestra, este libro reivindica el estilo de una época que se fue o se está yendo. Inspector Bull es un clásico, y siempre que editoriales como Loco Rabia se encarguen de rescatarlos, será promisorio para nuestra pequeña pero pujante industria. Eso sí, cuando se trate de “clásicos”, un poco de documentación y rigor histórico (como hace Doedytores, por ejemplo) no estaría de más.

¡Queremos más reediciones!

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