Cuentos decapitados

Al histórico e inacabado diálogo entre  literatura clásica y noveno arte, la talentosa sociedad creativa conformada por el guionista Ricardo Ferrari (Vedia, 1957) y el dibujante Horacio Lalia (Ramos Mejía, 1941) ha sumado su propio aporte, bajo la forma de un puñado de destacadas obras de los géneros Fantasía y Ciencia Ficción, sabiamente reinterpretadas en ocasión de ser llevadas a las viñetas. Su aproximación retoma ciertos tópicos característicos del texto base, reconocibles por el gran público, para aplicarles una efectiva vuelta de tuerca narrativa. Posando la mirada en algún personaje y/o situación aislada de la trama central, que son abordados desde otra perspectiva, logran que el relato siempre adquiera carácter de novedad. Ampliándolo y profundizándolo simultáneamente, en un saludable ejercicio artístico.

Bajo esta distintiva premisa, surgieron los recomendables libros La Guerra de los Mundos y Robur: El diario de F (Thalos Editorial, 2006), De la Tierra a la Luna-El Otro Mr. Hyde (A4-Doedytores, 2016) y Diarios Zombies (Duma Ediciones, 2022). Esta última adaptación, otorga un radical cambio de época y entorno a la célebre novela homónima de 1925 escrita por Aleksandr R. Beliáiev (1884-1942), autor pionero de la CI FI rusa. Serializada digitalmente por el portal gcomicsonline el año pasado en formato webtoon, llega ahora al papel traída por los mismos editores, en una novela gráfica de 66 páginas, B/N, impresa en formato 25×18 Cms. que cuenta con una buena portada de Ezequiel Capelo Lalia.

De la cabeza

La trama se ambienta en el año 2020, con Londres atravesando el periodo de cuarentena propiciado por la pandemia de Coronavirus. Debido a la escasez de personal y sus frecuentes problemas de inconducta en las calles, el joven oficial Lepham es degradado a la atención telefónica de denuncias ciudadanas en la Policía Metropolitana, cuando un extraño hallazgo que involucra una sangrienta matanza de animales callejeros, llama su atención. Alertado de ello por un misterioso hacker que se convertirá, involuntariamente, en su socio durante la investigación, tratará de seguir el rastro del esquivo profesor Kern, quién sería el responsable de una serie de crueles experimentos practicados en seres humanos, operando ilegal y secretamente desde un desbordado hospital público.

Al estar sancionado por indisciplina, deberá construir el caso a espaldas de sus superiores, tratando de encontrar las pruebas que lo respalden sin apoyo ni recursos. Con ese objetivo en mente, el temperamental agente terminará poniendo en juego su propia cordura, al iniciar una temeraria cacería personal con la que cruzará todo límite ético y moral. Además de la misteriosa voz al otro lado del teléfono, que siempre parece ir un paso delante de todos, en su camino se cruzarán dos víctimas de las atrocidades perpetradas por Kern (pero concebidas por la enferma mente del Profesor Dowell). Una mujer y un hombre anónimos, que un día despertaron en un cuerpo diferente al que conocían, logrando escapar de aquel sometimiento para intentar sobrevivir, pese a todo, convirtiéndose en ocasionales aliados del protagonista.

Civilización

Como sucede habitualmente en los guiones firmados por Ferrari, antropólogo, biólogo y docente especializado en temas de agresión y comportamiento animal, sus  planteos suelen dejan mucha tela para cortar. La cuestión de los cuerpos en el espacio social, Covid-19 mediante, atraviesa toda la trama, por ejemplo. Pero además, el tópico de la Inteligencia Artificial, tan en agenda actualmente, aparece aquí sutilmente esbozado. Después, puede generar cierto ruido en el público lector la terminología empleada en los diálogos, muy ‘rioplatense’ si se quiere, concesión generada porque la idea original era que el relato se desarrolle por estos lares, en lugar del Reino Unido, aporte creativo sugerido por el propio Lalia. El personaje principal está muy bien trabajado, así como los villanos que van surgiendo conforme avanza el argumento, que ofrece un final ciertamente inesperado y altamente shockeante.

Con respecto a la faz artística, Don Horacio dosifica esfuerzos de cara a guardarse lo mejor de su trazo para los momentos de alto impacto, sean estos meramente dramáticos o de acción. A su edad, el solo hecho de que siga volcado activamente al tablero de dibujo ya es motivo de alegría para propios y extraños a su obra. Ni hablar del hecho de aceptar sumar talento y energía a este tipo de desafíos creativos, donde la linealidad textual, tan propia de sus adaptaciones literarias en solitario, deviene en lograda reinterpretación conjunta. Conservando la esencia del texto inicial, a la vez que se lo lleva por nuevos rumbos, transitando siempre un delgado equilibrio.

Ojalá pronto veamos en el mercado nacional nuevas colaboraciones de esta singular dupla creativa, en el mismo plan.