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Volver, con la frente marchita, al futuro

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Volver, con la frente marchita, al futuro

El regreso del Caballero Oscuro: La última Cruzada, de DC Comics-ECC Ediciones, bajo la lupa, a propósito de los 78 años del hombre murciélago.

El regreso del Caballero Oscuro: La última Cruzada, de DC Comics-ECC Ediciones, bajo la lupa, a propósito de los 78 años del hombre murciélago.

 

Sale con fritas

Como un lanzamiento más dentro de la ambiciosa, y hasta hora entretenida, tercera parte de Batman The Dark Knight: The Master Raze -todavía inconclusa-, surge el año pasado esta lectura autoconclusiva complementaria a la emblemática obra original de 1986, gestada por Frank Miller, Klaus Janson y Lynn Varley.

El propio creador comparte créditos con Brian Azarello para indagar en el motivo del abandono de la capucha y el manto del murciélago por parte de un avejentado Bruce Wayne, esto es, el deceso del segundo Robin, Jason Tood, a manos del Joker, tragedia que acontece una década antes de los hechos narrados en el clásico ochentoso. Al menos esa es la premisa promocional. El dibujo lleva la firma de un inspirado John Romita Jr., quien ya demostró ser muy capaz de replicar algunos yeites característicos del trazo del prócer, sin perder su propio estilo, en Daredevil: The Man Without Fear, de 1993.

 Antes del regreso

La historia se inicia con la enésima entrada del payaso criminal al Arkham Asylum, tras ser capturado por el dúo dinámico, y básicamente, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, no va más allá de explorar las consecuencias derivadas de aquella captura, para los personajes involucrados. La extensión del cómic, apenas 57 páginas, tal y como fue concebido, no deja mucho margen para más, por lo que su lectura cumple a medias con lo prometido y deja un sabor agridulce. Algo así como una oportunidad no del todo aprovechada. Se me ocurre que ajustando algunas cuestiones puntuales del relato, podríamos haber estado frente a una breve, sí, pero contundente obra, icónica, onda The Killing Joke, de Alan Moore y Brian Bolland, 1988.

El mayor problema del guión tiene que ver con agregar una subtrama de índole policial involucrando a Poison Ivy y Killer Croc que poco aporta al plot central, puesto que su resolución es bastante lineal. Rescato de ella, sí, dos aspectos. Primero, suma al contexto de época en que se desarrollan los hechos, mostrando una Gotham muy sumida en el caos social, pese a los muchos esfuerzos del enmascarado en su lucha, a punto tal que el plan de los villanos es bastante elemental, meros secuestros extorsivos a ciudadanos de clase alta. Segundo, sirve para evidenciar el desgaste personal al que ese infatigable combate contra el crimen ha ido generando en el protagonista, las dificultades que lo quejan por su propia vejez y las dudas sobre los efectos de su accionar, que lo llevan a cuestionarse la elección de un sucesor, puesto que, si leemos entre líneas, eso es lo que busca en su nuevo compañero.

Ahora bien, estos mismos tópicos podrían haber sido abordados sin necesidad de incorporar a esos enemigos, simplemente acentuando un poco más la participación de los miembros de la banda del psicópata que se dieron a la fuga y continúan haciendo de las suyas por las oscuras calles de la ciudad. De esta manera, el conflicto principal hubiese ganado un mejor desarrollo, al circunscribirse solamente a Batman, Alfred, el Joker, y, obviamente, Robin; sin contar que el final ganaría en efectividad. Pero no, el camino tomado fue otro, apostar fuerte a una pintura de situación momentánea que abre múltiples flancos aquí y allá, sin cerrarlos convincentemente conforme avanza la acción.

Igualmente, cabe destacar que los puntos altos no son pocos. A saber, la caracterización del célebre Guasón me resultó muy lograda. No sé si fue algo  buscado o no por parte de los guionistas, pero esa suerte de iluminación personal que ostenta desde el inicio mismo, se contrapone de modo genial con la escasa lucidez que demuestra el justiciero. Inmerso en su propia locura, es capaz de manejar los hilos desde las sombras, entendiendo como pocas veces lo que sucede alrededor, dentro y fuera de la institución psiquiátrica. Otro ítem interesante son, sin dudas, las interacciones del héroe entrado en años con los personajes de apoyo, su leal mayordomo, con quien mantiene charlas esclarecedoras, muy bien pensadas, y una retirada Selina Kyle, con quien se permite vivir una relación que va más allá de lo meramente sexual, en lo que resulta una agradable sorpresa, por el fuerte grado de confianza que demuestran el uno al otro.

La principal falla, no obstante, tiene que ver con el escaso relieve del personaje de Jason Todd. Por momentos se lo muestra decidido, en otros excesivamente violento, a veces parece algo desencantado con su mentor, etc. Es un adolescente sí, pero cuesta empatizar con él, porque nunca se terminan de entender sus motivaciones como personaje. A diferencia de Jim Starlin, parecería que ni Miller ni Azarello definieron bien cómo querían presentarlo ante el lector, por lo que prácticamente solo nos llegan referencias cruzadas de él, a través de otras miradas. Los medios de comunicación, con las coberturas periodísticas en torno a su rol, contribuyen a reforzar esa sensación de que el boy wonder termina siendo un elemento accesorio, en lugar del verdadero disparador de la narración, si nos atenemos a la premisa original. Eso le resta al final pensado el impacto que debió haber tenido, desluciéndolo sobremanera.

Pasando en limpio, el volumen no está para nada mal, tiene varios aciertos y algunos pifies en su concepción argumental, pero se sostiene en todo momento por una faz gráfica muy lograda. La edición de ECC, en tapa dura, encarece innecesariamente el producto en relación a su contenido. Como precuela es completamente innecesaria, pero ello no implica que sea un material ilegible, al contrario. Se me ocurre que los fans de Batman van a disfrutarla bastante.

 

 

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