Cómics
No todo está perdido: Reseña de Hawkeye
Quizá no todos lo sepan, pero hace escasos años, Matt Fraction Y David Ajá revolucionaron Marvel con un producto que, esperemos, sea paradigma del cómic americano en los años por venir.
Cuando observamos cómo se maneja la industria del cómic de superhéroes desde hace ya varios años, no podemos dejar de desalentarnos por la previsibilidad del rumbo que, forzosamente, se empeña en seguir.
Por empezar, ya sabemos que cada equis cantidad de años (cada vez menos, es cierto) los universos de Marvel y DC se reinician para arreglar los errores de continuidad -y por lo general, se generan nuevos- que se gestan por una industria muy preocupada en los eventos y las historias grandilocuentes, y que cada vez menos son sinónimo de alguna calidad. Uno de los mejores títulos de Los Nuevos 52 (ya “antiguo” universo de DC) fue Wonder Woman, en primer lugar porque Brian Azzarello se preocupó por contar una buena historia y no por calzarla a rajatabla con otros títulos. Los eventos están haciendo muchísimo daño a la calidad del cómic americano. No menos cierto es que, lamentablemente, siguen vendiendo.
En este panorama desolador, un título como Ojo de Halcón (escrito por Matt Fraction e ilustrado por David Ajá), se abre paso entre los nubarrones como una flecha endemoniada por su calidad excelsa, la personalidad de sus autores y el arte impecable esgrimido en cada viñeta.
Con Hawkeye, el siglo XXI terminó de llegar al cómic. En un marco de estricto mainstream, dos autores se sacan la mochila de la industria adocenada y te regalan su particular visión de un personaje. Cierta vez se me ocurrió que Ojo de Halcón de Fraction es como si Woodie Allen hiciera una película sobre un superhéroe urbano.
La colección se publicó entre 2012 y 2014, y duró 22 números USA y un anual. En castellano la editó Panini en tres TPB, titulados “Seis días en la vida de…”, “Pequeños aciertos” y “Río Bravo”. Demás está decir que son absolutamente obligatorios para todo lector en busca de originalidad y frescura. He aquí algunos ítems respecto al título.
La historia previa del personaje no nos importa
Es más fácil , para un fan de Batman, seguir esforzadamente todos los títulos de su personaje favorito. Lo mismo para un fan de X-Men. ¿De veras hay fans de Clint Barton en grandes cantidades? Desde ya que no, y Matt Fraction hace que eso no nos importe porque, en definitiva, el guionista casi se diría que inventa un personaje nuevo. Va a ser difícil que un lector avezado en Marvel reconozca a Clint Barton Vengador en este Clint Barton totalmente urbano, bonachón y mundano. Esto acrecentará nuestra empatía por él. Por eso, si sos de los que no siguieron esta colección por no identificarse con el personaje, lamento decirte, amigo: grueso error. A partir de esta lectura, Clint será como un hermano por el resto de nuestras vidas.
Historias 100% callejeras (y de autor!)
¿Cansado de las historias grandilocuentes? ¿De epopeyas donde aparecen 50 superhéroes que van a salvar el mundo por centésima vez? ¿Cansado de que metan mano siete guionistas y trece dibujantes (sin contar a los portadistas alternativos), sólo para no llegar a nada o, peor, a lo mismo de siempre? Aquí hay un equipo creativo firme, Fraction y Ajá, para plantearte una historia que transcurre toda en la calle. Clint debe salvar el edificio donde vive (un edificio muy viejo, donde vive gente muy pobre) de la mafia rusa, unos matones vestidos de Adidas que parecen bastante tontos. No te dejes engañar: tras algún vericueto bastante naif, la historia se pone -llegado el momento- muy pesada.
El protagonista es un ser humano
Cada pelea le cuesta mucho a nuestro Clint. En todos los números aparece emparchado, con un miembro roto o una magulladura nueva. El protagonista va al baño y hace sus necesidades, conquista señoritas con las que se acuesta (lo que significa: ¡más problemas!), disfruta de la vida, tiene temores y, sobre todo, sufre. Sufre por él, pero sobre todo por los demás. Y eso hace que el lector, en más de una ocasión, sienta cierta melancolía y ternura ante la vulnerabilidad emocional del personaje central.
Innovación narrativa
Acá son todos aplausos. Lo que hace Fraction es tan pero tan bueno que casi no tengo con que compararlo. El guionista va hacia delante y hacia atrás con frenesí, (la linealidad más parece un estorbo que un recurso) y se toma la libertad de atrasarte tres números para contar -con exquisita originalidad – algún detalle nimio que en su momento se le pasó por alto. Así, hay un episodio entero visto desde el punto de vista del perro de Clint. Hay otro en que Clint queda sordo: todo el número trata sobre lo que percibe desde su nueva y temporal incapacidad. Por no mencionar el capítulo que es un episodio de un dibujito animado navideño, ilustrado por el genial Chris Eliopoulos. Mientras la industria mueve a sus artistas en camiones obsoletos, Fraction lo hace en un Fórmula 1.
Sobre la importancia de lo visual
Mucho he hablado de David Ajá. Cierta vez lo definí como un “Mazzuchelli moderno y rupturista”. Sus portadas son minimalistas pero de gran potencia conceptual. Su narrativa es soberbia al igual que sus claroscuros. Esta bestia dibuja 12 de los 22 números y, sí, cuando él no está y otro ocupa su lugar -ya sea Annie Wu, Javier Pulido o Francesco Francavilla- se pierde un poco de esa magia, pero siempre hay una certeza: el rey David está por volver (de hecho, suyos son los dos últimos números). Y no puedo dejar de mencionar a Matt Hollingsworth, el colorista del título, que logra un trabajo, más que destacable, magnífico.
Una colección sin perlas negras
Quizá pueda considerar que el único error de Fraction es haberle cedido demasiado protagonismo (sobre el final de la colección) a la coprotagonista, la joven Kate Bishop (la Ojo de Halcón sustituta). Si bien es cierto que el guionista se mata literalmente para no caer en la convención y las historias de Kate son muy originales, para mí decae un poco de la trama central -la de Clint en el edificio invadido por rusos- y le sacan clima. Casi se puede decir que esta colección de 22 números hubiera sido perfecta con 16 o 17. Así y todo, lo es.
Conclusión
No todo está perdido en la industria, mientras los talentosos tengan -de vez en cuando- libertad creativa para hacer lo que les plazca. Así, siempre habrá dos o tres locos que nos paguen con páginas memorables -como éstas- toneladas de basura y sinsabores varios.
