Cómics
Batman y Robin versión New 52 (Primera parte)
Dos años y medio de publicación del comic que reune al hombre murciélago y el chico maravilla, repasados en detalle por Mariano Sicart.
Dos años y medio de publicación del comic que reúne al hombre murciélago y el chico maravilla, repasados en detalle por Mariano Sicart.
El nuevo dúo dinámico
El segundo volumen de esta serie representa un buen punto de partida para quienes pretendan acercarse al caballero oscuro de la continuidad iniciada sobre fines de 2011 por DC Comics con los New 52. A diferencia del resto de los personajes de la editorial, con Batman el relanzamiento no fue tal, debido principalmente a la extensa y controvertida etapa de Grant Morrison y Andy Kubert al frente de la franquicia y los muchos sacudones a los que sometió al héroe, algunos más logrados que otros. Los tópicos introducidos en la continuidad previa por el guionista escocés se mantuvieron. Por ejemplo, el hijo biológico de Bruce Wayne y Talia Al Ghul, Damian, que se integró a la franquicia en Batman 656, 2006. Entrenado desde su nacimiento por la Liga de Asesinos, el niño de diez años es violento por naturaleza, y está lejos de poseer los férreos códigos morales de su padre, por lo que cree que el fin justifica los medios y los enemigos deben morir.
Fuertemente enfrentado a Tim Drake, el tercer y acaso mejor Robin, que había sido adoptado legalmente como hijo por Bruce, recibiendo el apellido Wayne, y con Batman desplazado hacia el pasado en la corriente temporal por obra de Darkseid durante Final Crisis, Damian pasa a ser el nuevo chico maravilla, haciendo equipo con Dick Grayson, que abandona la identidad de Nightwing para tomar el manto del murciélago, e intentar así mantener vigilado al inestable joven. Nace entonces, en 2009, la primera serie con el título que nos ocupa, que llegaría a un total de veintiséis números. Un equipo creativo que pasó por esta etapa fue el de Peter J. Tomasi y Patrick Gleason, quienes fueron convocados para relanzar el título, que reuniría, esta vez, a ambos Wayne. La premisa básica tenía que ver con un padre tratando de inculcar a su hijo, que apenas conoce, valores opuestos a los que recibió en su crianza, y la historia de un pibe que pretende que lo acepten tal cuál es. En medio del combate contra el crimen en Gotham City.
¿Quién es Nadie?
La primera saga se titula ‘Nacido para matar’, e introduce a un nuevo villano proveniente de la época en que Bruce Wayne recorrió el mundo perfeccionándose física y mentalmente con la idea de aplicar esos conocimientos en su futura cruzada en pos de justicia. Morgan Ducard es hijo del mercenario francés Henry Ducard, notable detective experto en el rastreo de criminales, que accede a entrenar al millonario en ese oficio a cambio de que éste comparta con su hijo los conocimientos sobre artes marciales, materia en la que ya era experto, a pesar de su juventud. Esto sucede en medio de una larga búsqueda por distintos puntos del globo del terrorista árabe Hassan, que Interpol encomendó a los Ducard por un elevado precio. Cuando finalmente dan con el objetivo, que se hallaba oculto en un hotel, Henry Ducard lo mata a sangre fría, sin que el joven Wayne pueda evitarlo. El trato, que Bruce desconocía, no era entregarlo a la agencia de inteligencia, sino eliminarlo. Ese hecho marca el final del entrenamiento para él, que pasa a ser un cabo suelto del cuál hay que dar cuenta.
Tiempo después, Morgan sorprende a Bruce en Londres. Apostado como francotirador desde un edificio, intenta darle muerte a distancia cuando está a punto de abordar un taxi. Wayne salva de casualidad, al observar el reflejo de una mirilla en el espejo del automóvil. Sigue un enfrentamiento a golpes salvaje entre ambos que acaba en los techos de la base de operaciones de los Ducard, con un golpeado Morgan arrojado sobre la mesa de trabajo de su padre desde las alturas. El discípulo norteamericano deja en claro con esa acción la deshonra de Morgan ante los ojos de su progenitor, algo que el joven nunca olvidará. Detective al fin, conoce su identidad heroica y ha esperado largo tiempo, tramando un plan con el objetivo de acabarlo, para lo cual decide llamar su atención matando a Ravil, el aliado y representante en Rusia de Batman Incorporated, otra –mala- idea de Morrison, bien aprovechada por Tomasi.
El establecimiento una red de justicieros urbanos alrededor del mundo con la venia del hombre murciélago y el auspicio de Industrias Wayne es para Morgan la gota que colma el vaso. Desde su lógica, al mal debe eliminárselo sin llamar la atención, rápida y expeditivamente. Reducir a los maleantes, poniéndolos en manos de las autoridades va contra lo que su padre le enseñó, a él y a Bruce. Razón por la que toma el nombre de Nadie, bajo el que se presentará ante Damian, en conflicto consigo mismo por dominar su tendencia a matar para conformar a su padre, y tratará de convencerlo acerca de que el modo correcto de llevar a cabo su cruzada es el que implica violencia desmesurada y no da oportunidad de levantarse al oponente. Le promete enseñarle todo lo que sabe, a diferencia de Batman, que siempre parece tener secretos para con él, a cambio de que no se contenga, con la intención de forzarlo a desatar su verdadera y mortífera naturaleza.
Con ocho números de extensión, una primera impresión podría indicar que este inicio es algo extenso, pero otra lectura más atenta arroja como resultado que eran necesarios esos números para establecer argumentalmente los ejes a trabajar, sentando las bases para la publicación. El clima logrado por el guionista es inmejorable, presentando grandes momentos paternos-filiales entre dos personajes complejos, con acertadas intervenciones de Alfred Pennyworth a modo de mediador. Ambos se equivocan por igual, esforzándose por tratar de establecer una relación basada en el amor, la confianza y el respeto, al tiempo que fuerzas internas o externas tratan de impedirlo a toda costa. El dibujo de Gleason, bien complementado por las tintas de Mick Gray, es sólido, de buena narrativa, pleno dominio anatómico, logrados enfoques y fondos, aunque algo limitado en la construcción de rostros. El inicio atrapa al instante y cuando llega el final, impredecible, impacta. Uno se pregunta cómo seguirá la historia de allí en más. Fanático de Batman o no, esta saga merece la pena leerse.
Operación masacre
El noveno número se titula ‘Robin oye ulular’, es un crossover de ‘La Noche de los Búhos’, arco argumental desarrollado por Scott Snyder y Greg Capullo en Batman. Cuenta con dos dibujantes invitados, de buen desempeño, Lee Garbet y Andy Clarke. Acontece durante el clímax de esa saga, con la siniestra organización que maneja Gotham City desde la sombras enviando a las Garras, sus asesinos genéticamente modificados, por diferentes blancos civiles que influyen en la vida política, social y económica de la ciudad. Con el murciélago ocupado en frustrar un ataque a la mansión Wayne, Alfred informa a la batfamily del listado de víctimas de la Corte de los Búhos. Por proximidad, a Robin le toca en suerte evitar el asesinato del General Burrows, militar que esa noche comandaba a un pelotón apostado en las afueras del condado, en la práctica de ejercicios militares.
Damian llega frente al cuerpo de ejército antes que la Garra, advirtiendo del peligro. En un principio nadie toma en serio los dichos del chico, pero pronto advierten su error. Replegándose sobre el terreno, con maniobras evasivas planificadas por el joven maravilla, en una muestra de sabiduría estratégica sorprendente para su edad. Al costo de sus propias vidas, la unidad logra proteger al General, que tiene un pasado en común con su asesino. Robin y Burrows terminan siendo los únicos sobrevivientes de la matanza perpetrada por la Garra, que es neutralizada en forma permanente por el chico.
Los Robin en guerra
Entre los números diez y doce se desarrolla la saga ‘Terminus’, nombre de un nuevo villano al que deberán enfrentar nuestros héroes, cuya identidad es un misterio. Desde el anonimato, este hombre ha reclutado a una decena de criminales menores con algo en común, Batman. Un concepto interesante, aunque no del todo bien ejecutado, es el hecho de que todos sus secuaces han sido alguna vez detenidos por el vigilante, padeciendo alguna secuela física por ello. El mismo es víctima de una enfermedad degenerativa terminal, pero ha conseguido los medios para vengarse. Quiere despedirse de este mundo demostrando a Gotham lo que cree que representa el murciélago, la condena de la ciudad, en lugar de su esperanza. Envía para ello a su grupo de tareas, fuertemente armado, a recorrer las calles durante la madrugada marcando a fuego la figura del murciélago en ciudadanos inocentes, con la finalidad de pervertir –literalmente- el símbolo que el héroe desea proyectar.
Batman deberá recurrir a la policía de Gotham y a sus aliados, Robin, Red Hood, Nightwing y Red Robin, para oponerse al numeroso y bien preparado ejército de marcadores de su adversario. La última contienda va a encontrar al justiciero y a Terminus enfrentados en la vía pública portando sendas armaduras de combate, con la amenaza temporal de una detonación nuclear sobre los cielos de la ciudad. Situación, esta última, no demasiado original, cuya resolución no sorprende al lector, pero cumple con la cuota de acción que se espera de un comic mainstream. La buena noticia es que los lápices de Gleason hacen llevadero el trámite. Igualmente, las secuencias paralelas al desarrollo de la trama descripta es lo realmente interesante de estros tres números, con Damian retomando el protagonismo en forma absoluta a través de un interesante planteo. El actual Robin convoca a los anteriores en la terraza de un edificio para anunciarles que va a enfrentarlos cuando menos lo esperen, y vencerlos, uno a uno.
Su lógica es simple, hace eso para demostrar, a ellos, a Batman y a si mismo, que es el mejor chico maravilla. Obviamente que la respuesta que le dan es que no tiene por qué, pero ello no lo hace abandonar su idea, en una arista de su carácter que lo muestra verdaderamente como un niño de diez años, competitivo e inseguro. Por lo demás, los diferentes enfrentamientos, primero con Tim Drake, luego con Jason Todd y finalmente, y no, contra Dick Grayson, son muy entretenidos, definiendo perfectamente a cada uno de los antiguos sideckicks y sus motivaciones personales en la vida. Interesante movida del guionista que no solo evidencia su conocimiento de la franquicia en la que colabora, sino que también suma a la hora de perfilar el personaje de Damian.
Antes del principio
‘Algún día que nunca llega’ es el título que eligió el autor para el número cero de la revista, en el marco de los festejos por el primer año del relanzamiento de DC Cómics. Tomasi aprovecha la ocasión para pasar en limpio los primeros momentos en la vida de Damian, colando, entre medio, algunas secuencias de la etapa comandada por Morrison. Entre otras cosas, asistimos al por qué de la elección de su nombre, aspectos de su difícil crianza y preparación en diferentes formas de arte, además de su formación –tanto física como intelectual-, o los planes que su madre tiene para su futuro. Un detalle terriblemente cruel tiene que ver con el incentivo que Talia propone al niño para que se esfuerce en su perfeccionamiento: Ella estará dispuesta a contarle quién es su padre a cambio de que él la venza en una pelea.
En una remota isla sobre el Océano Pacífico, año tras año, con diferentes armas según va creciendo y adquiriendo dominio sobre técnicas de combate cuerpo a cuerpo, el día de su cumpleaños tiene lugar la contienda, de la que siempre resulta perdedor. La hija preferida de Ras Al Ghul incluso se las ingenia para ir complicando el desafío, al poner entre ellos los mejores soldados de la Liga de Asesinos como objetivo a vencer –asesinar, podría aplicarse- antes de que su hijo logre llegar a las diferentes ubicaciones que ella elige en cada ocasión. El último encuentro se inició de noche, desde el aire, con Damian en caída libre desde un avión. Antes de que su paracaídas se abra, el chico ametralló a una decena de fanáticos guerreros de la causa de su abuelo, sacándose de encima a un Manbat de tres metros de altura al cercenarle ambas alas con un sable. Portando esa espada logró doblegar, no sin cierta dificultad, a su madre, ganándose así el derecho de conocer la revelación tan esperada, en un número sencillamente brillante.
Muertos vivos sobre Gotham
-Padre, ¿amabas a mi madre?
-Por un breve y cegador instante… Creo que sí. ¿Por qué?
-Solo quería saberlo.
Este difícil y emotivo diálogo se desarrolla entre el caballero oscuro y su hijo mientras ambos observan el desarrollo de un eclipse total de Sol a bordo de un imponente Batplane, con el que orbitan la atmósfera terrestre para verificar el buen funcionamiento de un satélite de Industrias Wayne. El Joker ha regresado y Batman teme por su hijo, le preocupa en qué pueda convertirse sin su guía. Tiene miedo de morir y generar en la vida del chico un vacío similar al que dejó en él la muerte de sus padres. Además, la misma Talia ofrece una recompensa de quinientos millones de dólares por la cabeza del nuevo Robin. Por estas amenazas latentes, el encapotado decide limitar sus recorridos en los patrullajes nocturnos. El muchacho hará caso omiso, aunque por una buena razón.
Los números siguientes, trece y catorce, cuentan con nuestro compatriota Tomás Giorello como dibujante invitado, complementando en gran forma –su Batman es imponente- las escasas secuencias a cargo del lapicista titular. El peligro a superar es verdaderamente bizarro y tiene que ver con una secta de fanáticos conocida como el Club Saturno. Operando en pasajes subterráneos debajo de Gotham, cuenta con el liderazgo de un peligroso sacerdote cuyos seguidores aparentemente son muertos revividos. Un grupo de gente secuestrada en las calles es llevada por la fuerza a estos dominios, para una ceremonia caníbal. Casualmente, Robin da con ellos y trata de evitar el sangriento festín, pero es reducido junto a los cautivos. Batman rastrea su posición a tiempo para brindar su apoyo y derrotar a los zombis. De regreso en la cueva, Bruce explica que sus averiguaciones evidencian la mano del Joker en el caso, volviendo a discutir al respecto de quién da las órdenes y el por qué no se cumplen.
Damian justifica la nueva desobediencia con el argumento de salvar a inocentes, pero su padre revela, afligido, cierta inseguridad al respecto de que la sociedad entre ellos funcione. En un emotivo final, el niño le ofrenda una perla de aquel collar que su abuela paterna lucía la fatídica noche en que un doble asesinato determinaría el fin de la infancia de Bruce Wayne y el nacimiento de su alterego. Ese era el motivo por el que se encontraba en las cloacas de la ciudad, rastreando los restos de aquella gargantilla, y llegase primero a socorrer a los ciudadanos abordados por la secta. Su papá, con el traje puesto pero sin la máscara, lo abraza y por primera vez desde que se conocen, confiesa estar orgulloso de él.
