Cómics
Before Watchmen: La conclusión
Álvaro de la Iglesia pone bajo la lupa esta saga de DC Comics
De algo estoy convencido: BW será, no digo mal recordada por los lectores, pero sí envuelta en un manto de sospechas y suspicacias hacia el mismo mercado que la creó.
Cuando a una obra, en el momento mismo de su concepción, ya se la mira torcida, es muy difícil alejarla después del prejuicio (incluso redimiéndose artísticamente). Como si quedara contaminada con el aura inefable que tienen los productos que nacen de necesidades estrictamente comerciales, y que no jerarquizan en absoluto las glorias del pasado a las que hacen referencia.
De la atenta –y por momentos, trabajosa- lectura de los 37 números de BW, adquiridos pacientemente a los largo de todo el 2013, podemos sacar las siguientes conclusiones que, como en todo lo relacionado a temas polémicos, se puede o no estar de acuerdo.
1) No existen las vacas sagradas en la industria del cómic (y me atrevo a decir, en ninguna industria). DC Cómics es una empresa y, como tal, tiene como principal fin beneficiarse económicamente.
2) Poner los mejores hombres con los que se cuenta a bordo de un gran proyecto, no siempre garantiza los mejores resultados.
3) BW estuvo acertado por el lado de los dibujantes, más que por el lado de los guionistas.
4) No necesariamente las obras que se basan en materiales preexistentes, deben estar ceñidas tan férreamente al original.
5) Alan Moore fue, es y será el mejor guionista que haya trabajado para la industria norteamericana de cómics, y lo seguirá siendo en tanto no aparezca otro escritor que sea capaz de eclipsar su obra. Este aspecto resulta ser el “talón de Aquiles” de BW. ¿Cuánto se esperaba de ella?
Dicho esto, absolutamente necesario para dejar de lado ciertos prejuicios y centrarnos en las precuelas, pasamos al ranking, personal y siempre dispuesto al debate: que gustó, que no gustó y porqué. (Obviamos en la lista La Maldición del Corsario Carmesí y el número dedicado a Dollar Bill de Len Wein y Steve Rude por ser, precisamente, autoconclusivos en medio de ocho miniseries. El caso de Dollar Bill resulta especialmente innecesario, superfluo y casi caprichoso. ¿A qué se debe el número dedicado al miembro más chato y frívolo de los Minutemen? ¿Y por qué no un número dedicado a Mothman o a Silueta, a priori mucho mas interesantes?).
8 – BÚHO NOCTURNO (4 números). J. Michel Straczynski – Andy Kubert
La mancha de BW.
Poca o ninguna empatía sintió el guionista de la miniserie por el personaje: se nota a dos leguas. Tanto, que el coprotagonista (Rorschach) casi casi termina teniendo más importancia para el argumento que el mismo Búho.
Lo único medianamente interesante en esta historia tan pequeña es la represión sexual de Daniel y su amorío trunco con Lady Crepúsculo, aquello bajo la influencia de una contradictoria figura materna. Y nada más.
El acierto que traía esta miniserie se daba desde lo visual, pero hasta en eso salió el tiro por la culata: promediando el numero 3, fallece Joe Kubert y el encargado de reemplazarlo –nunca peor elegido un entintador- fue Bill Sienkewitz quien, pesar de tener todo el oficio, desvirtuó por completo el característico “trazo Kubert” que ostentaban los lápices de Andy.
7 – DR. MANHATTAN (4 números). J. Michel Straczynski – Adam Hugues
No seamos injustos. Aquí el guionista mejora considerablemente lo hecho en Búho Nocturno. Pero evidentemente no alcanza. El argumento es prolijo, incluso tiene algunas sutilezas, pero le falta sangre. Sangre en sentido literal y metafórico.
La historia es oportunamente fría, aséptica. Trata de introducirse en las motivaciones del personaje central, un metahumano (el único, de hecho, en el catálogo de los Vigilantes) que consigue sus poderes por accidente en una recámara de pruebas del laboratorio donde trabaja. Y explora toda una gama de realidades paralelas –o posibilidades cuánticas- a partir de un personaje que puede manejar tiempo y materia a su antojo.
Las ilustraciones de Adam Hughes, muy bien coloreadas por Laura Martin, son realmente excelentes. Pero el guionista (entre tanta teoría, física y climas fríos) pierde de vista que el principal fin de una historieta es el de entretenernos, y no puede evitar que peguemos un par de bostezos.
6 – MOLOCH (2 números). J. Michel Straczynski – Eduardo Risso
¿Queda claro que no me gusta Straczynski? En líneas generales, me parece un guionista que aburre, que no aprovecha las situaciones y que cae en lugares comunes con facilidad.
En esta miniserie, sin embargo, el guionista salta un poco más alto, toma a un personaje secundario de Watchmen (Moloch, el Místico) e invierte su imagen de victimario a victima. Cómo un simple y esquemático villano termina siendo mártir y chivo expiatorio podría ser la novedad que nos trae esta precuela, pero eso no es todo. Aquí Moloch enternece. Y un villano que enternece, no es un villano. Punto. En ese sentido, esta historieta prosigue con la labor a la que se avocó Alan Moore en los ‘80s: deconstruir arquetipos.
Eduardo Risso esta genial en los dibujos. Narrativa fluida, claroscuros, todo eso a lo que nos tiene acostumbrados, aquí esta a la orden del día. Y hay un splash page de los Minutemen entrando en acción que vas a desear tenerlo en un cuadro.
5 – EL COMEDIANTE (6 números). Brian Azzarello – J. G. Jones
Particularmente me quedó flotando la sensación de que esta miniserie tenía todo el potencial para ser de lo mejor de BW. A mi juicio no lo consigue, principalmente por esa manía que tiene Azzarello de estirar las situaciones, saturarlo todo con unos profusos diálogos que, aunque algunos excelentes, entorpecen el fluir de la historia. Finalmente, por esa costumbre de renunciar a la narrativa lineal y alternar pasado y presente sin dar mayores pistas al lector, lo que hace que éste se pierda con facilidad.
Sin embargo, rascamos un poco (hay que reconocer que el guión esta muy trabajado) y encontramos muchísimas situaciones interesantes. El Comediante esta allí, títere de la política norteamericana de los ’60s y títere en Vietnam. Eddie Blake, con un fusil en la mano, decide ser él mismo. Quedará por siempre en mi retina la escena nocturna en la que entra a un poblado vietnamita con su patrulla -todos bajo el efecto del acido lisérgico- y perpetra un acto espantoso y aborrecible. “No te hace ver el mundo, tú eres el mundo”, dirá acerca del pequeño cartoncito que empieza a disolvérsele en la lengua.
J. G. Jones cumple con creces en los lápices, y El Comediante –aunque muy disfrutable por momentos- se queda a medio camino: entre lo que es, y lo que pudo haber sido.
4 – OZYMANDIAS (6 números). Len Wein – Jae Lee
Calculo que Len Wein era el guionista que más sospechas levantaba cuando se empezó a cocinar BW. Sí, sospechoso de estar por portación de apellido (recordemos que Wein fue editor original de Watchmen allá por 1985) y no por méritos que lo sostengan en la actualidad.
Y entonces leemos estos seis números y, sorpresa mediante, admitimos que el tío Len aún esta para estos trotes. Sin artificios, con una forma clásica y lineal, el guionista nos muestra a Adrian Veidt desde su niñez hasta el momento mismo en que debe cometer un asesinato para que no se frustren los descabellados planes de salvar al mundo: punto de partida de Alan Moore en Watchmen. (Eso es tomarse la palabra “precuela’ al pie de la letra, pensé en su momento).
Todo narrado en primera persona con un estilo relajado, solemne y hasta soberbio, la historia –a pesar de caer varias veces en lugares comunes, situaciones que habría que desterrar de una vez por todas en las formas del cómic americano, y ya que aquí se estaba trabajando sobre la obra de Alan Moore, que fue quien más hizo por esto, hubiera venido bien un poco de rebeldía y menos clichés- decíamos, la historia se lee con una fluidez que, por ejemplo, no ostenta Azzarello en El Comediante.
Lo mas acertado de Len Wein es hacernos creer que el verdadero metahumano de Watchmen es, por su poderosísima inteligencia que le permite hacer cuanto quiera, Ozymandias. Y no Dr. Manhattan, como sugieren sus poderes, y que no son otra cosa, según lo veo, que un intento de Moore por caricaturizar los clichés del género.
¿Y que decir de Jae Lee? En cada lucha, sus estilizados personajes danzan enmarcados por unas viñetas bien elegantes, barrocas a decir basta. Lee combina sin esfuerzo noir, historia antigua y superhéroes en un combo visual apasionante.
Para mí, es a partir de esta miniserie que BW empieza a picar alto.
3 – RORSCHACH (4 números). Brian Azzarello – Lee Bermejo
Rorschach es una patada en los dientes.
Acá Azzarello se olvida de tanto diálogo y tanto vericueto argumental, y pasa al frente con mucha vehemencia. Es cierto que la historia no está ni la mitad de trabajada que en El Comediante, pero el pelado de Cleveland equilibra la balanza con efectismo puro: extrema violencia callejera (es sabido su gusto por situar las historias en torno a pandillas, drogas, cines porno y etcéteras, por algo firmó 100 Balas) y cuidada continuidad: si en la miniserie dedicada a Eddie Blake se la jugaba por capítulos medianamente autoconclusivos (aunque obviamente concatenados), aquí hace funcionar el “continuará” de tal forma que Rorschach sea la mas adictiva de las miniseries de BW.
No obstante, repetimos: la historia es sencillita. Tenemos un serial killer, un peligroso matón y, por supuesto, a Walter Kovacs con su diario a cuestas. Y en el devenir de esta tríada de personajes, Azzarello se despacha con un explícito homenaje a Taxi Driver, además de situar la historia en aquella histórica semana de julio de 1977, cuando un apagón en Nueva York -que duro varios días- sumió a dicha sociedad en una ola de crímenes.
Para finalizar, todos estos ingredientes funcionan a la perfección porque el dibujante es Lee Bermejo. En la cima de su carrera (su trazo me recuerda cada vez más al de Tanino Liberatore en Ranxerox, aunque habrá quien diga que estoy loco y probablemente tenga razón), cuesta entender cómo este monstruo aun no alcanzó su techo. Y de yapa, sus portadas son un lujo.
2 – ESPECTRO DE SEDA (4 números). Darwyn Cooke – Amanda Conner
La revelación de BW.
Una historia sobre adolescencia e inocencia perdida siempre es interesante si no cae en tópicos. Acá, no solo no se recurre a ellos, sino que además los autores de esta miniserie tienen originalidad y un oficio para contar que nos es muy gratificante, teniendo en cuenta el actual panorama de la industria.
Esta es la historia de Laura Juspecyk que, harta de estar tiranizada por su madre (Sally Júpiter, quien, además, pretende que su hija sea una versión perfecta de ella misma en su juventud) se escapa con su novio a la California hippie de los ’70, un hermoso viaje lleno de amor, libertad, comunidad, música, psicodelia y cannabis, aunque también ciertos peligros. Esta excusa es perfecta para que Laura de sus primeros pasos en el heroísmo.
Pero, lamentablemente, Sally y su amigo Eddie Blake han urdido un plan para hacerla volver.
Cuánto se nota cuando hay comunión entre dos autores. El guión de Darwyn Cooke y las frescas ilustraciones de la sorprendente Amanda Conner dan por resultado Espectro de Seda, el mejor ejemplo de una celebrada simbiosis.
1 – MINUTEMEN (6 números). Darwyn Cooke.
Esta miniserie no solo es, por lejos, lo mejor de BW. También es lo mejor que tuve oportunidad de leer el pasado 2013. Y fundamento las loas.
La miniserie de Darwyn Cooke tiene una aparente estética inocente (su ilustración bebe de los dibujantes clásicos, la animación y el Pop Art), inmediatamente desvirtuada o, mejor, que crea un contrapunto con la historia, sumamente dura y cruda. El autor trabaja sobre un argumento aceitadísimo, que no deja nada librado al azar y no sólo no aburre, sino que también logra apasionarnos.
Maneja con timming perfecto la tensión entre los miembros de Minutemen más
comprometidos con la miseria del mundo (y vaya si esta historia nos enseña un mundo misérrimo en todos sus aspectos) y los otros, los frívolos, que son superhéroes porque no pudieron ser estrellas de Hollywood, o peor, los que esconden secretos que, de develarse, destruirían la supuesta autoridad moral de quien hace justicia por mano propia.
Hay intriga en esta historia, mucha. ¿Qué va a pasar con el libro de Hollis Mason, que amenaza con pulverizar la reputación de los Minutemen? ¿Quién es, en verdad, Justicia Encapuchada? ¿Quién secuestra, tortura y mata niños inocentes? ¿Quién mató a Silueta? Todas preguntas que se van respondiendo a medida que pasan los capítulos, aunque el autor es suficientemente hábil para tenerte en vilo hasta las páginas finales, y devolverte un giro argumental en forma de trompada.
A mi modo de ver, Darwyn Cooke fue el autor que más innovó en este proyecto, y ese espíritu le hace ser un poco heredero natural del creador original. Impredecible y un poco revulsivo, su historia te aleja de cualquier autocomplacencia y logra algo que no muchos autores logran en la actualidad: emotividad.
Prefiero no contar más nada al lector, y dejar que éste descubra por sí solo la gema llamada Minutemen.
Obra imprescindible en las bibliotecas, hayas o no leído Watchmen.
